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La Oración
a que estamos expuestos diariamente hacen de la oración una nece-
sidad. A fin de que podamos ser guardados por el poder de Dios, por
medio de la fe, los deseos de la mente debieran ascender en forma
constante en oración silenciosa suplicando ayuda, luz, fortaleza y
conocimiento. Pero la meditación y la oración no pueden despla-
zar el ferviente y fiel aprovechamiento del tiempo. Se necesita a la
vez trabajo y oración para perfeccionar el carácter cristiano.—
La
Maravillosa Gracia, 317
.
La oración diaria transforma los errores en victorias
Si alguno que experimenta la comunión [diaria] con el Omnipo-
tente voluntariamente se sale del sendero, no será por haber pecado,
sino como consecuencia de no tener la vista siempre fija en Jesús.
Sin embargo, el hecho de que haya cometido algún error no lo hace
menos querido por Dios, porque cuando el creyente toma conciencia
de su falta, regresa, y vuelve a fijar sus ojos en Cristo. Sabe que está
en comunión con su Salvador, y cuando es reprochado por su equivo-
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cación en un asunto de juicio, no camina de mal humor quejándose
de Dios, sino que transforma su error en una victoria. Aprende la
lección de las enseñanzas de su Maestro, y presta más atención para
no ser engañado nuevamente.—
Recibiréis Poder, 136
.
Cristo es el mediador entre nosotros y Dios
Cristo es el vínculo entre Dios y el hombre. Ha prometido in-
terceder personalmente por nosotros. Él pone toda la virtud de su
justicia del lado del suplicante. Implora a favor del hombre, y el
hombre, necesitado de la ayuda divina, implora a favor de sí mismo
ante la presencia de Dios, valiéndose de la influencia de Aquel que
dio su vida para que el mundo tenga vida. Al reconocer ante Dios
nuestro aprecio por los méritos de Cristo, nuestras intercesiones reci-
ben un toque de incienso fragante. Al allegarnos a Dios en virtud de
los méritos del Redentor, Cristo nos acerca a su lado, abrazándonos
con su brazo humano, mientras que con su brazo divino se ase del
trono del Infinito. Vierte sus méritos, cual suave incienso, dentro
del incensario que tenemos en nuestras manos, para dar estímulo a
nuestras peticiones. Promete escuchar y contestar nuestras súplicas.