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La oración y la obediencia
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Debemos creer que Dios escucha, y luego poner en práctica
nuestras oraciones
Los niños y jóvenes pueden acudir a Jesús con sus cargas y
perplejidades y saber que él respetará sus súplicas y les dará preci-
samente lo que necesiten. Sed fervientes; sed resueltos. Presentad
la promesa a Dios, y luego creed, sin una duda. No esperéis sentir
emociones especiales antes que os parezca que el Señor contesta.
No indiquéis ningún modo particular en que el Señor deba obrar por
vosotros antes de creer que recibiréis las cosas que le pedís, sino
confiad en su palabra y dejad todo el asunto en manos del Señor,
con la plena fe de que vuestra oración será honrada y recibiréis la
respuesta en el momento exacto y en la forma precisa en que vuestro
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Padre celestial crea que es para bien vuestro; luego poned en práctica
vuestras oraciones. Andad humildemente, y seguid avanzando.—
Mensajes para los Jóvenes, 123
.
Oremos por la gracia para resistir la tentación
En la vida diaria tropezará con sorpresas repentinas, chascos y
tentaciones. ¿Qué dice la Palabra? “Resistid al diablo”, confiando
firmemente en Dios, “y de vosotros huirá”. “Echen mano... de mi
fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!” Mire
a Jesús en todo momento y lugar, elevando una oración silenciosa
y con corazón sincero para que pueda saber cómo hacer su volun-
tad. Entonces, cuando venga el enemigo como avenida de aguas el
Espíritu del Señor levantará bandera en favor de usted contra ese
enemigo. Cuando esté a punto de ceder, de perder la paciencia y
el dominio propio y manifestar un espíritu duro y condenatorio,
dispuesto a censurar y acusar, será el momento de elevar al cielo esta
oración: “¡Ayúdame, oh Dios, a resistir la tentación, a desechar de mi
corazón toda amargura, ira y maledicencia! Dame tu mansedumbre,
tu humildad, tu longanimidad y tu amor. No me dejes deshonrar a mi
Redentor, ni interpretar mal las palabras y los motivos de mi esposa,
de mis hijos y de mis hermanos y hermanas en la fe. Ayúdame a ser
bondadoso, compasivo, de corazón tierno y perdonador. Ayúdame a
ser un verdadero intercesor en mi hogar y a representar el carácter
de Cristo ante los demás”.—
El hogar adventista, 191 (1894)
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