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La Oración
sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas
a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis
congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora”. Convencido de
que su regaño había sido injusto, Elí respondió: “Ve en paz, y el
Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”.
En su oración, Ana había hecho un voto que si su pedido le era
concedido, dedicaría su hijo al servicio de Dios. Ella dio a conocer
este voto a su esposo, y él lo confirmó con un acto solemne de
adoración antes de dejar Silo.
La oración de Ana fue contestada, y ella recibió el don por el
cual había rogado tan fervientemente. Cuando consideró la respuesta
divina a su pedido, llamó a su hijo Samuel, “demandado de Dios”.—
The Signs of the Times, 27 de octubre de 1881
.
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Elías
Elías oró por el arrepentimiento de Israel
—Entre las monta-
ñas de Galaad, al oriente del Jordán, moraba en los días de Acab un
hombre de fe y oración cuyo ministerio intrépido estaba destinado a
detener la rápida extensión de la apostasía en Israel. Alejado de toda
ciudad de renombre y sin ocupar un puesto elevado en la vida, Elías
el tisbita inició sin embargo su misión confiando en el propósito que
Dios tenía de preparar el camino delante de él y darle abundante
éxito. La palabra de fe y de poder estaba en sus labios, y consagraba
toda su vida a la obra de reforma. La suya era la voz de quien clama
en el desierto para reprender el pecado y rechazar la marea del mal.
Y aunque se presentó al pueblo para reprender el pecado, su mensaje
ofrecía el bálsamo de Galaad a las almas enfermas de pecado que
deseaban ser sanadas.
Mientras Elías veía a Israel hundirse cada vez más en la idolatría,
su alma se angustiaba y se despertó su indignación. Dios había hecho
grandes cosas para su pueblo. Lo había libertado de la esclavitud
y le había dado “las tierras de las gentes;... para que guardasen
sus estatutos, y observasen sus leyes”.
Salmos 105:44, 45
. Pero los
designios benéficos de Jehová habían quedado casi olvidados. La
incredulidad iba separando rápidamente a la nación escogida de la
Fuente de su fortaleza. Mientras consideraba esta apostasía desde
su retiro en las montañas, Elías se sentía abrumado de pesar. Con