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Hombres y mujeres de oración
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Jesús y creer en él. Entonces ejercitarán la fe.—
Primeros Escritos,
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.
Los mensajeros de Dios deben pasar mucho tiempo con él, si
quieren tener éxito en su obra. Se cuenta lo siguiente acerca de una
anciana de Lancashire que estaba escuchando las razones que sus
vecinas daban para explicar el éxito de su pastor. Hablaban de sus
dones, de su modo de hablar, de sus modales. Pero ella dijo: “No;
yo les voy a decir en qué consiste todo. Vuestro pastor pasa mucho
tiempo con el Todopoderoso”.
Cuando los hombres sean tan consagrados como Elías y posean
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la fe que él tenía, Dios se revelará como entonces. Cuando los
hombres eleven súplicas al Señor como Jacob, se volverán a ver
los resultados que se vieron entonces. Vendrá poder de Dios en
respuesta a la oración de fe.—
Obreros Evangélicos, 268, 269
.
La oración de Elías en el Monte Carmelo tuvo una respues-
ta dramática
—Recordando al pueblo la larga apostasía que había
despertado la ira de Jehová, Elías lo invitó a humillar su corazón
y a retornar al Dios de sus padres, a fin de que pudiese borrarse la
maldición que descansaba sobre la tierra. Luego, postrándose reve-
rentemente delante del Dios invisible, elevó las manos hacia el cielo
y pronunció una sencilla oración. Desde temprano por la mañana
hasta el atardecer, los sacerdotes de Baal habían lanzado gritos y
espumarajos mientras daban saltos; pero mientras Elías oraba, no
repercutieron gritos sobre las alturas del Carmelo. Oró como quien
sabía que Jehová estaba allí, presenciando la escena y escuchan-
do sus súplicas. Los profetas de Baal habían orado desenfrenada
e incoherentemente. Elías rogó con sencillez y fervor a Dios que
manifestase su superioridad sobre Baal, a fin de que Israel fuese
inducido a regresar hacia él.
Dijo el profeta en su súplica: “Jehová, Dios de Abraham, de
Isaac, y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y
que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas
cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme; para que conozca este
pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú volviste atrás el
corazón de ellos”.
1 Reyes 18:36, 37
.
Sobre todos los presentes pesaba un silencio opresivo en su
solemnidad. Los sacerdotes de Baal temblaban de terror. Conscientes
de su culpabilidad, veían llegar una presta retribución.