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La Oración
hiciste el cielo y la tierra. Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh
Jehová, tus ojos, y mira: y oye las palabras de Senaquerib, que ha
enviado a blasfemar al Dios viviente. Es verdad, oh Jehová, que los
reyes de Asiría han destruido las gentes y sus tierras; y que pusieron
en el fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra
de manos de hombres, madera o piedra, y así los destruyeron. Ahora
pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te suplico, de su mano, para
que sepan todos los reinos de la tierra que tú solo, Jehová, eres Dios”.
2 Reyes 19:15-19
...
La súplica de Ezequías en favor de Judá y del honor de su Go-
bernante supremo, armonizaba con el propósito de Dios. Salomón,
en la oración que elevó al dedicar el templo había rogado al Señor
que sostuviese la causa “de su pueblo Israel, cada cosa en su tiem-
po; a fin de que todos los pueblos de la tierra sepan que Jehová
es Dios, y que no hay otro”.
1 Reyes 8:59, 60
. Y el Señor iba a
manifestar especialmente su favor cuando, en tiempos de guerra o
de opresión por algún ejército, los príncipes de Israel entrasen en la
casa de oración para rogar que se los librase.
1 Reyes 8:33, 34
. No
se dejó a Ezequías sin esperanza. Isaías le mandó palabra diciendo:
“Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Lo que me rogaste acerca de
Senaquerib rey de Asiria, he oído”.—
Profetas y Reyes, 264, 265
.
Ezequías es sanado en respuesta a la oración
—Desde los días
de David, no había gobernado un rey que hubiere hecho esfuerzos
tan extraordinarios para edificar el reino de Dios en un tiempo de
apostasía y desánimo como Ezequías. El gobernante moribundo
había servido fielmente a Dios, y había hecho mucho para fortalecer
la confianza del pueblo en Jehová como su gobernante supremo.
Y al igual que David, ahora podía decir: “Llegue mi oración a tu
presencia; inclina tu oído a mi clamor. Porque mi alma está hastiada
de males, y mi vida cercana al Seol”. “Porque tú, oh Señor Jehová,
eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud. En ti he sido
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sustentado desde el vientre... Cuando mi fuerza se acabare, no me
desampares... Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, acude pronto
en mi socorro... no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la
posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir”.
Salmos 88:2,
3
;
71:5-18
.
Aquel cuyas misericordias nunca decaen (ver
Lamentaciones
3:22
), escuchó la oración de su siervo. “Antes que Isaías saliese