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Hombres y mujeres de oración
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hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo:
Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová,
el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus
lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de
Jehová. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta
ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor
a mí mismo, y por amor a David mi siervo”.
2 Reyes 20:4-6
.—
The
Review and Herald, 6 de mayo de 1915
.
Daniel
La oración de Daniel era eficaz y ferviente
—Daniel oró a
Dios, sin ensalzarse a sí mismo ni pretender bondad alguna: “Oye,
Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y haz; no pongas
dilación, por amor a ti mismo, Dios mío”. Esto es lo que Santiago
llama la oración eficaz y ferviente. De Cristo se dice: “Estando en
agonía oraba más intensamente”. ¡Qué contraste presentan con esta
intercesión de la Majestad celestial las débiles y tibias oraciones
que se ofrecen a Dios! Muchos se conforman con el servicio de los
labios, y pocos tienen un anhelo sincero, ferviente y afectuoso por
Dios.—
Testimonios Selectos 3:386
.
Daniel permaneció constante en la oración a pesar de la per-
secución
—¿Cesó Daniel de orar por causa de este decreto? No, ese
era precisamente el momento en que más debía orar. “Cuando Daniel
supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas
las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba
tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como
lo solía hacer antes”.
Daniel 6:10
. Daniel no procuró esconder su
lealtad a Dios. No oró en su corazón, sino que con su voz y en
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un tono alto, con sus ventanas abiertas hacia Jerusalén, ofreció sus
peticiones al Señor. Entonces sus enemigos se quejaron al rey, y
Daniel fue echado al foso de los leones. Pero el Hijo de Dios estuvo
allí. El ángel del Señor acampó en derredor del siervo del Señor, y
el rey vino a la mañana siguiente y llamó: “Daniel, siervo del Dios
viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido
librar de los leones? Entonces Daniel respondió al rey: Oh rey, vive
para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los
leones, para que no me hiciesen daño”.
Daniel 6:20-22
. No le había