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La Oración
Nehemías
La oración de Nehemías es una ejemplo para el pueblo de
Dios hoy
—Los corazones de los que defienden esta causa deben lle-
narse del espíritu de Jesús. Solamente el Gran Médico puede aplicar
el bálsamo de Galaad. Lean estos hombres el libro de Nehemías con
corazones humildes tocados por el Espíritu Santo, y sus falsas ideas
serán modificadas, se verán principios correctos, y el actual orden de
cosas cambiará. Nehemías oró al Señor por ayuda, y Dios escuchó
su plegaria. El Señor obró en los reyes paganos para que vinieran
en su ayuda. Cuando sus enemigos trabajaron celosamente contra
él, el Señor empleó a reyes para realizar su propósito, y contestar
las muchas oraciones que ascendían a él en procura de la ayuda que
tanto necesitaban.—
Testimonios para los Ministros, 201, 202
.
La oración fortalecía la fe y valentía de Nehemías
—Median-
te mensajeros de Judea, el patriota hebreo había sabido que habían
llegado días de prueba para Jerusalén, la ciudad escogida. Los deste-
rrados que habían regresado sufrían aflicción y oprobio. Se habían
reedificado el templo y porciones de la ciudad; pero la obra de restau-
ración se veía estorbada, los servicios del templo eran perturbados,
y el pueblo mantenido en constante alarma por el hecho de que las
murallas de la ciudad permanecían mayormente en ruinas.
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Abrumado de pesar, Nehemías no podía comer ni beber. Confie-
sa: “Lloré, y enlutéme por algunos días, y ayuné y oré delante del
Dios de los cielos”. Fielmente confesó sus pecados y los pecados
de su pueblo. Rogó a Dios que sostuviese la causa de Israel, que
devolviese a su pueblo valor y fuerza y le ayudase a edificar los
lugares asolados de Judá.
Mientras Nehemías oraba, se fortalecieron su fe y su valor. Se le
ocurrieron santos argumentos. Señaló el deshonor que recaería sobre
Dios si su pueblo, que ahora se había vuelto hacia él, fuese dejado
en la debilidad y opresión; e insistió en que el Señor cumpliese su
promesa: “Si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos
y los hiciereis, aun cuando estuvieren tus desterrados en las partes
más lejanas debajo del cielo, de allí los recogeré y los traeré al
lugar que escogí para hacer habitar allí mi Nombre”.
Nehemías 1:9
(VM)
; véase
Deuteronomio 4:29-31
. Esta promesa había sido dada
a los hijos de Israel por intermedio de Moisés antes que entrasen