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Hombres y mujeres de oración
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en Canaán; y había subsistido sin cambio a través de los siglos. El
pueblo de Dios se había tornado ahora a él con arrepentimiento y fe,
y esta promesa no fallaría.
Con frecuencia había derramado Nehemías su alma en favor
de su pueblo. Pero mientras oraba esta vez, se formó un propósito
santo en su espíritu. Resolvió que si lograra el consentimiento del
rey y la ayuda necesaria para conseguir herramientas y material,
emprendería él mismo la tarea de reedificar las murallas de Jerusalén
y de restaurar la fuerza nacional de Israel. Pidió al Señor que le
hiciese obtener el favor del rey, a fin de poder cumplir ese plan.
Suplicó: “Concede hoy próspero éxito a tu siervo, y dale gracia
delante de aquel varón”.
Durante cuatro meses Nehemías aguardó una oportunidad favo-
rable para presentar su petición al rey. Mientras tanto, aunque su
corazón estaba apesadumbrado, se esforzó por conducirse animo-
samente en la presencia real. En aquellas salas adornadas con lujo
y esplendor, todos debían aparentar alegría y felicidad. La angustia
no debía echar su sombra sobre el rostro de ningún acompañante
de la realeza. Pero mientras Nehemías se hallaba retraído, oculto de
los ojos humanos, muchas eran las oraciones, las confesiones y las
lágrimas que Dios y los ángeles oían y veían.—
Profetas y Reyes,
464, 465
.
[151]
Nehemías reconoció su pecado personal en sus oraciones
No sólo dijo Nehemías que Israel había pecado. Arrepentido, re-
conoció que él y la casa de su padre habían pecado. “Nos hemos
corrompido contra ti”, dice, colocándose entre los que habían des-
honrado a Dios al no permanecer firmemente de parte de la verdad...
Nehemías se humilló ante Dios y le dio la gloria debida a su
nombre. Así también lo hizo Daniel en Babilonia. Estudiemos las
oraciones de estos hombres. Nos enseñan que debemos humillarnos,
pero que nunca hemos de borrar la línea de demarcación entre
el pueblo observador de los mandamientos de Dios y los que no
respetan su ley.—
Comentario Bíblico Adventista 3:1154
.
Nehemías oró, seguro de que Dios cumpliría sus promesas
Aferrándose firmemente de la promesa divina, Nehemías depositaba
sus peticiones ante el estrado de la misericordia celestial para que
Dios sostuviera la causa de su pueblo arrepentido, le restaurara su
fortaleza y edificara sus lugares asolados. Dios había cumplido sus