Página 15 - La Oraci

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Dios nos invita a orar
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Un privilegio extraordinario
—Cuando están en dificultades,
cuando son asaltados por fieras tentaciones, tienen el privilegio de
la oración. ¡Qué exaltado privilegio! Los seres finitos, de polvo y
ceniza, admitidos por la mediación de Cristo en la cámara de au-
diencia del Altísimo. Con tales prácticas, el alma es colocada dentro
de una sagrada proximidad con Dios y es renovada en conocimiento
y verdadera santidad y fortalecida contra los asaltos del enemigo.—
Conducción del Niño, 441
.
La oración es una necesidad espiritual y un privilegio
—Los
que han profesado amar a Cristo no han comprendido la relación que
existe entre ellos y Dios... No comprenden cuán grandes privilegios
y necesidades son la oración, el arrepentimiento y el cumplir las
órdenes de Cristo.—
Mensajes Selectos 1:156
.
La oración nos capacita para vivir en la luz de su presen-
cia
—Es nuestro privilegio abrir el corazón y permitir que los rayos
de la presencia de Cristo entren en él. Hermano mío, hermana mía,
dad el rostro a la luz. Poneos en contacto verdadero y personal con
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Cristo, para que podáis ejercer una influencia elevadora y vivifica-
dora. Que vuestra fe sea fuerte, pura y firme. Que la gratitud a Dios
llene vuestro corazón. Cuando os levantáis en la mañana, arrodillaos
junto a vuestro lecho, y pedid a Dios que os fortalezca para cumplir
los deberes del día y hacer frente a sus tentaciones. Pedidle que
os ayude a poner en vuestra obra la dulzura del carácter de Cristo.
Pedidle que os ayude a pronunciar palabras que inspiren esperanza
y ánimo a los que os rodean, y que os acerquen al Salvador.—
Hijos
e Hijas de Dios, 202
.
Nuestras oraciones nunca molestan a Dios
—No hay tiempo
o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda
impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio
de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer
a Dios nuestras peticiones e implorar la divina dirección, como lo
hizo Nehemías cuando hizo la petición delante del rey Artajerjes.
En dondequiera que estemos podemos estar en comunión con él.
Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar
siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped celestial.
Aunque estemos rodeados de una atmósfera corrompida y man-
chada, no necesitamos respirar sus miasmas, antes bien podemos
vivir en la atmósfera limpia del cielo. Podemos cerrar la entrada a