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La Oración
peticiones han sido oídas.—
Consejos para los Maestros, Padres y
Alumnos, 219, 220
.
[164]
Los israelitas oraban diariamente en los tiempos del Anti-
guo Testamento
—Mientras de mañana y de tarde los sacerdotes
entraban en el Lugar Santo a la hora del incienso, el sacrificio diario
estaba listo para ser ofrecido sobre el altar de afuera, en el atrio. Esta
era una hora de intenso interés para los adoradores que se congrega-
ban ante el tabernáculo. Antes de allegarse a la presencia de Dios
por medio del ministerio del sacerdote, debían hacer un ferviente
examen de sus corazones y luego confesar sus pecados. Se unían
en oración silenciosa, con los rostros vueltos hacia el Lugar Santo.
Así sus peticiones ascendían con la nube de incienso, mientras la fe
aceptaba los méritos del Salvador prometido al que simbolizaba el
sacrificio expiatorio.
Las horas designadas para el sacrificio matutino y vespertino
se consideraban sagradas, y llegaron a observarse como momentos
dedicados al culto por toda la nación judía. Y cuando en tiempos
posteriores los judíos fueron diseminados como cautivos en distin-
tos países, aun entonces a la hora indicada dirigían el rostro hacía
Jerusalén, y elevaban sus oraciones al Dios de Israel. En esta cos-
tumbre, los cristianos tienen un ejemplo para su oración matutina y
vespertina. Si bien Dios condena la mera ejecución de ceremonias
que carezcan del espíritu de culto, mira con gran satisfacción a los
que le aman y se postran de mañana y tarde, para pedir el perdón de
los pecados cometidos y las bendiciones que necesitan.—
Patriarcas
y Profetas, 366, 367
.
La oración diaria alimenta nuestra experiencia religiosa
La religión debe comenzar con un vaciamiento y una purificación del
corazón, y debe ser nutrida por la oración cotidiana.—
La Maravillosa
Gracia, 290
.
La vida de oración diaria requiere un esfuerzo sincero
—Una
vida de oración y alabanza diarias, una vida que derrame luz sobre
la senda de los demás, no puede mantenerse sin esfuerzo ferviente.
Pero un esfuerzo tal dará preciosos frutos, bendiciones para el recep-
tor y para el dador. El espíritu de labor abnegada a favor de otros da
al carácter profundidad, estabilidad y amabilidad como las de Cristo,
infunde paz y felicidad a su poseedor. Las aspiraciones son elevadas.
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No hay cabida para la pereza o el egoísmo. Los que ejercitan las