Página 164 - La Oraci

Basic HTML Version

160
La Oración
Las noches dedicadas a la oración que el Salvador empleó en la
montaña o en el desierto, eran esenciales a fin de prepararlo para las
pruebas que tendría que enfrentar en los días sucesivos. Sentía la
necesidad de refrigerar y vigorizar el alma y el cuerpo, para poder
encarar las tentaciones de Satanás; y los que estén tratando de vivir
su vida sentirán la misma necesidad. ¡
Maranata: el Señor viene!, 83
.
Mientras que Jerusalén estaba sumido en el silencio, y los dis-
cípulos habían vuelto a sus hogares a buscar el reposo del sueño,
Jesús no dormía. Sus súplicas divinas ascendían delante de su Padre
por sus discípulos, para que fueran guardados de las influencias del
mal que debían encontrar diariamente en el mundo, y que su propia
alma fuera preparada y fortalecida para los deberes y pruebas del
siguiente día.—
The Review and Herald, 8-17-1886
.
La oración vificaba a Jesús
—Pasaba los días socorriendo a
las multitudes que se aglomeraban en derredor suyo y revelando
los arteros sofismas de los rabinos. Esta labor incesante lo dejaba
a menudo tan exhausto que su madre y sus hermanos, y aun sus
[173]
discípulos, temían que perdiera la vida. Pero cuando regresaba de
las horas de oración con que clausuraba el día de labor, notaban la
expresión de paz en su rostro, la sensación de refrigerio que parecía
irradiar de su presencia. Salía mañana tras mañana, después de las
horas pasadas con Dios, a llevar la luz de los cielos a los hombres.—
El Discursom Maestro de Jesucristo, 88
.
La oración sustentaba la vida espiritual de Jesús
—No sólo
en la cruz se sacrificó Cristo por la humanidad. Cuando “anduvo
haciendo bienes”, su experiencia cotidiana era un derramamiento
de su vida. Sólo de un modo se podía sostener semejante vida.
Jesús vivió dependiendo de Dios y de su comunión con él. Los
hombres acuden de vez en cuando al lugar secreto del Altísimo,
bajo la sombra del Omnipotente; permanecen allí un tiempo, y el
resultado se manifiesta en acciones nobles; luego falla su fe, se
interrumpe la comunión con Dios, y se echa a perder la obra de
la vida. Pero la vida de Jesús era una vida de confianza constante,
sostenida por una comunión continua, y su servicio para el cielo y la
tierra fue sin fracaso ni vacilación.
Como hombre, suplicaba ante el trono de Dios, hasta que su
humanidad se cargaba de una corriente celestial que unía la huma-