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La Oración
a los que lloraban; impartía alegría y esperanza a los desesperados
y comunicaba vida a los muertos. Después de terminado su trabajo
del día, salía por las noches y se alejaba de la confusión de la ciudad
para postrarse en algún huerto apartado, donde oraba a su Padre. A
veces los brillantes rayos de la luna resplandecían sobre su cuerpo
postrado; luego nuevamente las nubes y las tinieblas lo privaban de
toda luz. El rocío y la helada de la noche caían sobre su cabeza y su
barba mientras él estaba en actitud de súplica. Con frecuencia conti-
nuaba sus peticiones durante toda la noche. El es nuestro ejemplo.
Si lo recordáramos e imitáramos, seríamos mucho más fuertes en
Dios.
Si el Salvador de los hombres, a pesar de su fortaleza divina,
necesitaba orar, ¡cuánto más debieran los débiles y pecaminosos
mortales sentir la necesidad de orar con fervor y constancia! Cuando
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Cristo se veía más fieramente asediado por la tentación, no comía. Se
entregaba a Dios y gracias a su ferviente oración y perfecta sumisión
a la voluntad de su Padre salía vencedor. Sobre todos los demás
cristianos profesos, debieran los que profesan la verdad para estos
últimos días imitar a su gran Ejemplo en lo que a la oración se
refiere.
“Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su
señor”.
Mateo 10:25
. Nuestras mesas están con frecuencia cargadas
de manjares malsanos e innecesarios, porque amamos esas cosas
más que la abnegación, la salud y la sanidad mental. Jesús pedía
fuerza a su Padre con fervor. El divino Hijo de Dios la consideraba
de más valor que el sentarse ante la mesa más lujosa. Demostró
que la oración es esencial para recibir fuerzas con que contender
contra las potestades de las tinieblas, y hacer la obra que se nos ha
encomendado. Nuestra propia fuerza es debilidad, pero la que Dios
concede es poderosa, y hará más que vencedor a todo aquel que la
obtenga.—
Joyas de los Testimonios 1:218-220
.
Jesús tomaba tiempo para la oración sin importar cuán ocu-
pado o cansado estuviera
—Cristo no prestó un servicio limitado.
No midió su obra por horas. Dedicó su tiempo, su corazón, su alma
y su fuerza a trabajar en beneficio de la humanidad. Pasó días de
rudo trabajo y noches enteras pidiendo a Dios gracia y fuerza para
realizar una obra mayor. Con clamores y lágrimas rogó al Cielo
que fortaleciese su naturaleza humana para hacer frente al astuto