Página 17 - La Oraci

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Dios nos invita a orar
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y al creer plenamente que somos suyos por adopción, podremos
gustar del cielo por anticipado. Esperad en el Señor con fe. Mientras
oramos, él atrae nuestra alma y nos hace sentir su precioso amor.
Nos aproximamos a él, y podemos mantener una dulce comunión
con él. Vemos con claridad su ternura y compasión, y el corazón se
quebranta y enternece al contemplar el amor que nos es dado. Cier-
tamente sentimos que hay un Cristo que mora en el alma. Vivimos
en él, y nos sentimos a gusto con Jesús. Las promesas llenan el alma.
Nuestra paz es como un río; ola tras ola de gloria inundan el cora-
zón, y, sin duda, cenamos con Jesús y él con nosotros. Tenemos la
sensación de que comprendemos el amor de Dios y descansamos en
su amor. Ningún lenguaje puede describir esto; está más allá del co-
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nocimiento. Somos uno con Cristo; nuestra vida está escondida con
Cristo en Dios. Sentimos la seguridad de que cuando se manifieste
Aquel que es nuestra vida, entonces también seremos manifestados
con él en gloria. Con profunda confianza podemos llamar a Dios
nuestro Padre.—
Comentario Bíblico Adventista 3:1165, 1166
.
La oración refresca el alma
—Nuestra vida ha de estar unida
con la de Cristo; hemos de recibir constantemente de él, participando
de él, el pan vivo que descendió del cielo, bebiendo de una fuente
siempre fresca, que siempre ofrece sus abundantes tesoros. Si man-
tenemos al Señor constantemente delante de nosotros, permitiendo
que nuestros corazones expresen el agradecimiento y la alabanza a
él debidos, tendremos una frescura perdurable en nuestra vida reli-
giosa. Nuestras oraciones tomarán la forma de una conversación con
Dios, como si habláramos con un amigo. Él nos dirá personalmente
sus misterios. A menudo nos vendrá un dulce y gozoso sentimiento
de la presencia de Jesús. A menudo nuestros corazones arderán
dentro de nosotros mientras él se acerque para ponerse en comunión
con nosotros como lo hizo con Enoc. Cuando ésta es en verdad la
experiencia del cristiano, se ven en su vida una sencillez, una humil-
dad, una mansedumbre y bondad de corazón que muestran a todo
aquel con quien se relacione que ha estado con Jesús y aprendido de
él.—
Palabras de Vida del Gran Maestro, 100
.
Un lugar de refugio que siempre está abierto
—El camino ha-
cia el trono de Dios siempre está abierto. No podéis estar continua-
mente arrodillados en oración, pero vuestras peticiones silenciosas
pueden ascender constantemente a Dios en busca de fuerza y direc-