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La Oración
ción. Al ser tentados, podéis huir al lugar secreto del Altísimo. Sus
brazos eternos os rodearán.—
En los Lugares Celestiales, 86
.
El secreto del poder espiritual
—La oración es el aliento del
alma. Es el secreto del poder espiritual. No puede ser sustituida
por ningún otro medio de gracia, y conservar, sin embargo, la salud
del alma. La oración pone al corazón en inmediato contacto con
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la Fuente de la vida, y fortalece los tendones y músculos de la
experiencia religiosa. Descuídese el ejercicio de la oración, u órese
espasmódicamente, de vez en cuando, según parezca propio, y se
perderá la relación con Dios. Las facultades espirituales perderán su
vitalidad, la experiencia religiosa carecerá de salud y vigor...
Es algo maravilloso que podamos orar eficazmente; que seres
mortales indignos y sujetos a yerro posean la facultad de presentar
sus peticiones a Dios. ¿Qué facultad más elevada podría desear el
hombre que la de estar unido con el Dios infinito? El hombre débil
y pecaminoso tiene el privilegio de hablar a su Hacedor. Podemos
pronunciar palabras que alcancen el trono del Monarca del universo.
Podemos hablar con Jesús mientras andamos por el camino, y él
dice: Estoy a tu diestra.—
Mensajes para los Jóvenes, 247, 248
.
La oración secreta, el alma de la religión
—No descuidéis la
oración secreta, porque es el alma de la religión. Con oración fer-
viente y sincera, solicitad pureza para vuestra alma. Interceded tan
ferviente y ardorosamente como lo haríais por vuestra vida mortal,
si estuviese en juego. Permaneced delante de Dios hasta que se
enciendan en vosotros anhelos indecibles de salvación, y obtengáis
la dulce evidencia de que vuestro pecado está perdonado.—
Joyas de
los Testimonios 1:56, 57
.
Cada oración sincera es oída
—Hasta entonces los discípulos
no conocían los recursos y el poder ilimitado del Salvador. Él les dijo:
“Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre”.
Juan 16:24
. Explicó
que el secreto de su éxito consistiría en pedir fuerza y gracia en su
nombre. Estaría delante del Padre para pedir por ellos. La oración
del humilde suplicante es presentada por él como su propio deseo
en favor de aquella alma. Cada oración sincera es oída en el cielo.
Tal vez no sea expresada con fluidez; pero si procede del corazón
ascenderá al santuario donde Jesús ministra, y él la presentará al
Padre sin balbuceos, hermosa y fragante con el incienso de su propia
perfección.