Página 171 - La Oraci

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La oracíon privada
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vivir nuestras oraciones. Hemos de colaborar con Cristo en su obra.—
Testimonios para la Iglesia 7:227
.
La necesidad de orar y velar continuamente
—Su mal se ini-
ció cuando comenzó a descuidar la vigilancia y la oración secreta.
Luego sacrificó otros deberes religiosos, y así se abrió la puerta para
todos los pecados que siguieron. Cada cristiano será asaltado por
las seducciones del mundo, los clamores de la naturaleza carnal, y
las tentaciones directas de Satanás. Nadie está seguro. Cualquie-
ra que haya sido nuestra experiencia, por elevada que sea nuestra
posición, necesitamos velar y orar de continuo. Debemos ser domi-
nados diariamente por el Espíritu de Dios o seremos dominados por
Satanás.—
Testimonios para la Iglesia 5:96
.
Oremos en todo tiempo
—Cultivad la costumbre de conversar
con el Salvador cuando estéis solos, cuando andéis o estéis ocupados
en vuestro trabajo cotidiano. Elévese el corazón de continuo en
silenciosa petición de ayuda, de luz, de fuerza, de conocimiento. Sea
cada respiración una oración.—
La Temperancia, 120
.
Siempre está abierta la vía de acceso al trono de Dios. No siem-
pre podemos orar de rodillas, pero nuestras peticiones silenciosas
pueden ascender constantemente hacia Dios a fin de solicitar poder
y dirección. Cuando seamos tentados, como lo seremos, podemos
correr hacia el lugar secreto del Altísimo. Sus brazos eternos nos
sostendrán.—
Consejos Sobre la Salud, 359
.
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La oración secreta es apropiada en todo lugar y en todo
tiempo
—Orad en vuestro gabinete; y al ir a vuestro trabajo co-
tidiano, levantad a menudo vuestro corazón a Dios. De este modo
anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas llegan como pre-
cioso incienso al trono de la gracia. Satanás no puede vencer a aquel
cuyo corazón está así apoyado en Dios. No hay tiempo o lugar en
que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos
elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitu-
des y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras
peticiones e implorar la divina dirección, como lo hizo Nehemías
cuando hizo la petición delante del rey Artajerjes. En dondequiera
que estemos podemos estar en comunión con él. Debemos tener
abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Je-
sús a venir y morar en el alma como huésped celestial.—
El Camino
a Cristo, 99
.