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La Oración
No siempre es necesario arrodillarse para orar. Cultivad la cos-
tumbre de conversar con el Salvador cuando estéis solos, cuando
andéis o estéis ocupados en vuestro trabajo cotidiano. Elévese el co-
razón de continuo en silenciosa petición de ayuda, de luz, de fuerza,
de conocimiento. Sea cada respiración una oración.—
El Ministerio
de Curación, 408
.
La oración nos trae a la misma presencia de Dios
—La ora-
ción, ya se eleve en público, ya se ofrezca sobre el altar de la familia
o en secreto, coloca al hombre directamente en presencia de Dios.
Mediante la oración constante los jóvenes pueden adquirir princi-
pios tan firmes que ni siquiera las tentaciones más arrolladoras los
aparten de su fidelidad hacia Dios.—
Mi Vida Hoy, 18
.
La oración nos mantiene conectados con Cristo
—Debemos
orar mucho en secreto. Cristo es la vid, y nosotros los sarmientos. Y
si queremos crecer y fructificar, debemos absorber continuamente
savia y nutrición de la viviente Vid, porque separados de ella no
tenemos fuerza.
Pregunté al ángel por qué no había más fe y poder en Israel. Me
respondió: “Soltáis demasiado pronto el brazo del Señor. Asediad el
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trono con peticiones, y persistid en ellas con firme fe. Las promesas
son seguras.—
Primeros Escritos, 73
.
La oración privada sustenta el alma
—Vivir así, dependiendo
de la Palabra de Dios, significa entregarle toda la vida. Se experi-
mentará una permanente sensación de necesidad y dependencia, una
búsqueda de Dios por parte del corazón. La oración es una necesi-
dad porque es la vida del alma. La oración en familia, la oración en
público, tienen su lugar, pero es la comunión secreta con Dios la que
sostiene la vida del alma.—
La Educación, 258
.
Se necesita la oración privada a fin de conocer personalmen-
te a Dios
—Oh, ¿conocemos a Dios como deberíamos? ¡Qué alivio,
qué gozo deberíamos tener si aprendiéramos diariamente la lección
que él desea que aprendamos! Debemos conocerlo en forma ex-
perimental. Esto será benéfico para que pasemos más tiempo en
oración secreta, familiarizándonos personalmente con nuestro Padre
celestial.—
El Ministerio Médico, 133
.
El pueblo de Dios descuida la oración secreta
—He observado
frecuentemente que los hijos del Señor descuidan la oración, y sobre
todo la oración secreta; la descuidan demasiado. Muchos no ejercitan