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La Oración
Uno o dos minutos bastan para cualquier oración común.—
Tes-
timonios para la Iglesia 2:514
.
Las oraciones largas hacen cansador el culto
—En cada fami-
lia debería haber una hora fija para el culto matutino y vespertino.
¿No conviene a los padres reunir en derredor suyo a sus hijos antes
del desayuno para agradecer al Padre Celestial por su protección
durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado durante el día?
¿No es propio también, cuando llega el anochecer, que los padres y
los hijos se reúnan una vez más delante de Dios para agradecerle las
bendiciones recibidas durante el día que termina?
[203]
El padre, o en su ausencia la madre, debe presidir el culto y elegir
un pasaje interesante de las Escrituras que pueda comprenderse con
facilidad. El culto debe ser corto. Cuando se lee un capítulo largo y
se hace una oración larga, el culto se torna fatigoso y se siente alivio
cuando termina. Dios queda deshonrado cuando el culto se vuelve
árido y fastidioso, cuando carece tanto de interés que los hijos lo
temen.
Padres y madres, cuidad de que el momento dedicado al culto
de familia sea en extremo interesante. No hay razón alguna porque
no sea éste el momento más agradable del día. Con un poco de
preparación podréis hacerlo interesante y provechoso. De vez en
cuando, introducid algún cambio. Se pueden hacer preguntas con
referencia al texto leído, y dar con fervor algunas explicaciones
oportunas. Se puede cantar un himno de alabanza. La oración debe
ser corta y precisa. El que ora debe hacerlo con palabras sencillas y
fervientes; debe alabar a Dios por su bondad y pedirle su ayuda. Si
las circunstancias lo permiten, dejad a los niños tomar parte en la
lectura y la oración.
La eternidad sola pondrá en evidencia el bien verificado por esos
cultos de familia.—
Testimonios para la Iglesia 7:44, 45
.
Nuestras oraciones públicas deben ser cortas, y expresar sólo los
verdaderos deseos del alma, suplicando con simplicidad y fe sencilla
las cosas que necesitamos. Oren pidiendo el corazón humilde y
contrito que es el aliento vital del alma hambrienta de justicia.—
The
Signs of the Times, 3 de diciembre de 1896
.
Por la luz que he recibido al respecto, he decidido que Dios
no exige que, cuando nosotros nos reunimos para rendirle culto,
hagamos tediosos y cansadores estos momentos, permaneciendo de