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La oración y la adoración
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rodillas largo tiempo, escuchando varias largas oraciones. Aquellos
cuya salud es débil no pueden soportar este recargo sin agotarse y
cansarse hasta el extremo. El cuerpo se cansa al permanecer postrado
demasiado tiempo; y lo peor es que la mente se cansa de tal manera
por el ejercicio continuo de la oración, que no se obtiene ningún
refrigerio espiritual y el tiempo pasado en las reuniones está más
que perdido. Los asistentes se cansan mental y físicamente, y no
obtienen fortaleza espiritual.
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Las reuniones para el público y las de oración no deben ser
tediosas. Si es posible, todos deben llegar puntualmente a la hora
señalada; y a los morosos que lleguen con media hora o quince
minutos de atraso no se los debe esperar. Aun cuando no haya más
de dos presentes, ellos pueden pedir el cumplimiento de la promesa.
La reunión debe iniciarse a la hora señalada, si es posible, sean
pocos o muchos los presentes. Debe ponerse a un lado la formalidad
y la fría rigidez, y todos deben cumplir puntualmente con su deber.
En las ocasiones comunes, no debe hacerse oración durante más
de diez minutos. Después que ha habido un cambio de posición y
el ejercicio del canto o de la exhortación ha aliviado la monotonía,
entonces si algunos se sienten inducidos a hacerlo, permítaseles orar.
Todos debieran considerar como un deber cristiano el hacer ora-
ciones cortas. Presentad al Señor exactamente lo que queréis, sin
recorrer todo el mundo. En la oración privada, todos tienen el privi-
legio de orar todo el tiempo que deseen, y de ser tan explícitos como
quieran. Pueden orar por todos sus parientes y amigos. La cámara
secreta es el lugar donde se han de contar todas las dificultades,
pruebas y tentaciones particulares. La reunión para adorar a Dios en
conjunto no es el lugar donde se hayan de revelar las cosas privadas
del corazón.
¿Cuál es el objeto que se tiene al reunirse? ¿Es para informar a
Dios, instruirlo, diciéndole en oración todo lo que sabemos? Nos
reunimos para edificarnos unos a otros mediante el intercambio
de pensamientos y sentimientos, para obtener fuerza, luz y valor al
conocer mejor nuestras esperanzas y aspiraciones mutuas; y al elevar
con fe nuestras oraciones fervientes y sentidas, recibimos refrigerio
y vigor de la fuente de nuestra fuerza. Estas reuniones deben ser
momentos muy preciosos, y deben ser hechas interesantes para todos
los que tienen placer en las cosas religiosas.