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La oración pidiendo perdón
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que a mí viene, no le echo fuera”.
Juan 6:37
. “Habrá considerado la
oración de los desvalidos”.
Salmos 102:17
. Nuestro auxilio viene de
Aquel que tiene todas las cosas en sus manos. La paz que nos envía
es la seguridad de que nos ama.
Nada puede ser más impotente y sin embargo más invencible
que la persona que siente su insignificancia, y se apoya totalmente
en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. Dios enviaría
a cada ángel del cielo para ayudar a quien depende totalmente de
Cristo antes de permitir que sea vencido.—
Recibiréis Poder, 360
.
Los que solicitan perdón deben tener ellos mismos una acti-
tud perdonadora
—Cuando imploramos misericordia y bendición
de Dios, debemos tener un espíritu de amor y perdón en nuestro
propio corazón. ¿Cómo podemos orar: “Perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (
Mateo
6:12
) y abrigar, sin embargo, un espíritu que no perdona? Si espera-
mos que nuestras oraciones sean oídas, debemos perdonar a otros
como esperamos ser perdonados nosotros.—
El Camino a Cristo, 97
.
Al terminar el Padrenuestro, añadió Jesús: “Porque si perdo-
náis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofen-
sas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. El que
no perdona suprime el único conducto por el cual puede recibir la
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misericordia de Dios. No debemos pensar que, a menos que con-
fiesen su culpa los que nos han hecho daño, tenemos razón para
no perdonarlos. Sin duda, es su deber humillar sus corazones por
el arrepentimiento y la confesión; pero hemos de tener un espíritu
compasivo hacia los que han pecado contra nosotros, confiesen o no
sus faltas.—
El Discurso Maestro de Jesucristo, 97
.
En la oración que Jesús enseñó a sus discípulos, dijo: “Perdóna-
nos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores”. No podemos repetir esta oración de corazón y atrever-
nos a ser implacables, porque pedimos al Señor perdonar nuestras
ofensas de la misma manera que nosotros perdonamos a los que nos
ofenden. Pero pocos se dan cuenta de la verdadera importancia de
esta oración. Si los que son implacables comprendiesen la profundi-
dad de su significado, no se atreverían a repetirla y pedir a Dios que
los trate como ellos tratan a sus semejantes.—
Testimonies for the
Church 3:95
.