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La Oración
Necesitamos examinar nuestros corazones como una preparación
para presentarnos ante Dios en oración, para conocer en qué actitud
de espíritu nos encontramos. Y si no perdonamos a otros, nuestra
petición por perdón será desoída. “Perdónanos nuestras deudas, co-
mo también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Cuando
nosotros, como pecadores, nos acercamos al propiciatorio, no po-
demos expresar el sentimiento de esta petición si no hay perdón
en nuestros corazones para todos aquellos que nos han ofendido.
Acerca de esta petición comenta Jesús: “Porque si perdonáis a los
hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre
celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco
vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.—
The Signs of the
Times, 21 de agosto de 1884
.
La confesión debe ser específica
—La verdadera confesión es
siempre de carácter específico y reconoce pecados particulares. Pue-
den ser de tal naturaleza que deben ser presentados solamente ante
Dios, pueden ser ofensas que se deben confesar a individuos que
han sido dañados por causa de ellos, o pueden ser de tipo general
que deben ser presentados ante el pueblo. Pero toda confesión debe
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ser definida y al punto, reconociendo los mismos pecados de que
sois culpables.—
Testimonios para la Iglesia 5:601
.
Jesús escucha la oración sencilla pidiendo perdón
—No es
esencial que todos puedan especificar con certeza cuándo fueron
perdonados sus pecados. La lección que se debe enseñar a los niños
es que sus errores y faltas han de ser presentados a Jesús en la
misma niñez de su vida. Enseñadles a pedir perdón diariamente
por cualquier error que hayan cometido y que Jesús oye la oración
sencilla del corazón arrepentido, y los perdonará y recibirá así como
recibió a los niños que le eran llevados cuando estuvo en la tierra.—
Conducción del Niño, 467, 468
.
Hijos, venid a Jesús. Dad a Dios la ofrenda más preciosa que
os es posible presentar; dadle el corazón. Él os habla para deciros:
“Hijo mío, hija mía, dadme el corazón. Aunque vuestros pecados
fueren como la grana, los haré blancos como la nieve, pues os lim-
piaré con mi propia sangre. Os haré miembros de mi familia: hijos
del Rey celestial. Tomad mi perdón, mi paz que os doy gratuita-
mente. Os revestiré con mi propia justicia—el traje de bodas—y
os haré aptos para la cena de las bodas del Cordero. Cuando estéis