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El privilegio de la oración
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en una atmósfera más santa que la del mundo y tendrán constante
comunión con el cielo.
Necesitamos tener ideas más claras de Jesús y una comprensión
más completa de las realidades eternas. La hermosura de la santidad
ha de consolar el corazón de los hijos de Dios: y para que esto se
lleve a cabo, debemos buscar las revelaciones divinas de las cosas
celestiales.
Dejemos que nuestra alma sea atraída y elevada de tal forma que
Dios pueda concedernos respirar la atmósfera celestial. Podemos
mantenernos tan cerca de Dios que en cualquier prueba inesperada
nuestros pensamientos se vuelvan a él tan naturalmente como la flor
se vuelve al sol.
Presentad a Dios vuestras necesidades, gozos, tristezas, cuidados
y temores. No podéis agobiarlo ni cansarlo. El que tiene contados
los cabellos de vuestra cabeza, no es indiferente a las necesidades
de sus hijos. “Porque el Señor es muy misericordioso y compasivo”.
Santiago 5:11
. Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tris-
tezas y aún por nuestra presentación de ellas. Llevadle todo lo que
confunda vuestra mente. Ninguna cosa es demasiado grande para
que él no la pueda soportar; él sostiene los mundos y gobierna todos
los asuntos del universo. Ninguna cosa que de alguna manera afecte
nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay en nuestra expe-
riencia ningún pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidad
tan grande que él no pueda desenredar. Ninguna calamidad puede
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acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar
el alma, ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera escaparse de
los labios, sin que el Padre celestial esté al tanto de ello, sin que
tome en ello un interés inmediato. El “sana a los quebrantados de
corazón, y venda sus heridas”.
Salmos 147:3
. Las relaciones entre
Dios y cada una de las almas son tan claras y plenas como si no
hubiese otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.
Jesús decía: “Pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré
al Padre por vosotros; porque el Padre mismo os ama”.
Juan 16:26,
27
. “Yo os elegí a vosotros... para que cuanto pidiereis al Padre en
mi nombre, él os lo dé”.
Juan 15:16
. Orar en nombre de Jesús es
más que una mera mención de su nombre al principio y al fin de la
oración. Es orar con los sentimientos y el espíritu de Jesús, creyendo
en sus promesas, confiando en su gracia y haciendo sus obras.