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La Oración
yendo, lo recibiréis”.
Mateo 9:29
;
21:22
. Oren, crean, y regocíjense.
Canten himnos de alabanza porque él les ha contestado las oracio-
nes. Acéptenlo al pie de la letra, “porque fiel es el que prometió”.
Hebreos 10:23
. No se pierde ninguna súplica sincera. El canal está
abierto; la corriente está fluyendo. Lleva propiedades salutíferas en
sus aguas, derramando una corriente restauradora de vida y salud y
salvación.—
Testimonios para la Iglesia 7:260
.
Dios acepta la oración de fe
—La oración humilde e inteligente
de fe, que brota de labios puros, es totalmente aceptada por Dios. La
oración que brota del corazón es escuchada en el cielo y recompen-
sada mediante una respuesta en la tierra. “Pero miraré a aquel que
es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra”.
Isaías
66:2
. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad,
y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y
con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu
de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados”.
[57]
Isaías 57:15
. “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al
corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
Salmos
51:17
.—
The Signs of the Times, 3 de diciembre de 1896
.
Insista en pedir con fe
—Dios será para nosotros todo lo que
le permitamos ser. Nuestras oraciones lánguidas y sin entusiasmo
no tendrán respuesta del cielo. ¡Oh, necesitamos insistir en nuestras
peticiones! Pedid con fe, esperad con fe, recibid con fe, regocijaos
con esperanza, porque todo aquel que pide, encuentra. Seamos fer-
vientes. Busquemos a Dios de todo corazón. La gente empeña el
alma y pone fervor en todo lo que emprende en sus realizaciones
temporales, hasta que sus esfuerzos son coronados por el éxito. Con
intenso fervor, aprended el oficio de buscar las ricas bendiciones
que Dios ha prometido, y con un esfuerzo perseverante y decidido
tendréis su luz, y su verdad, y su rica gracia.
Clamad a Dios con sinceridad y alma anhelante. Luchad con
los agentes celestiales hasta que obtengáis la victoria. Poned todo
vuestro ser, vuestra alma, cuerpo y espíritu en las manos del Señor,
y resolved que seréis sus instrumentos vivos y consagrados, movi-
dos por su voluntad, controlados por su mente, e imbuidos por su
Espíritu.
Contadle a Jesús con sinceridad vuestras necesidades. No se
requiere de vosotros que sostengáis una larga controversia con Dios,