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La Oración
Pero muchos no tienen una fe viva. Esta es la razón por la cual
no ven más del poder de Dios. Su debilidad es el resultado de su
incredulidad. Tienen más fe en su propio obrar que en el obrar de
Dios en favor de ellos. Ellos se encargan de cuidarse a sí mismos.
Hacen planes y proyectos, pero oran poco, y tienen poca confianza
verdadera en Dios. Piensan que tienen fe, pero es sólo el impulso del
momento. Dejan de comprender su propia necesidad, y lo dispuesto
que está Dios a dar; no perseveran en mantener sus pedidos ante el
Señor.
Nuestras oraciones han de ser tan fervorosas y persistentes co-
mo lo fue la del amigo necesitado que pidió pan a media noche.
Cuanto más fervorosa y constantemente oremos, tanto más íntima
será nuestra unión espiritual con Cristo. Recibiremos bendiciones
acrecentadas, porque tenemos una fe acrecentada.
Nuestra parte consiste en orar y creer. Velad en oración. Velad,
y cooperad con el Dios que oye la oración. Recordad que “somos
colaboradores de Dios”.
1 Corintios 3:9
. Hablad y obrad de acuerdo
con vuestras oraciones. Significará para vosotros una infinita dife-
rencia el que la prueba demuestre que vuestra fe es genuina, o revele
que vuestras oraciones son sólo una forma.—
Palabras de Vida del
Gran Maestro, 111, 112
.
La oración sincera puede mucho
—La oración que proviene
de un corazón sincero y creyente es la oración efectiva, ferviente
que puede mucho. Dios no siempre responde nuestras oraciones
del modo en que esperamos, pues nosotros no pedimos lo que más
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nos conviene; sin embargo, en su infinito amor y sabiduría, el Señor
nos da aquello que más necesitamos.—
Testimonies for the Church
4:531
.
No nos soltemos de la mano de Dios tan rápidamente
—Pre-
gunté al ángel por qué no había más fe y poder en Israel. Me res-
pondió: “Soltáis demasiado pronto el brazo del Señor. Asediad el
trono con peticiones, y persistid en ellas con firme fe. Las promesas
son seguras. Creed que vais a recibir lo que pidáis y lo recibiréis”.
Se me presentó entonces el caso de Elías, quien estaba sujeto a las
mismas pasiones que nosotros y oraba fervorosamente. Su fe soportó
la prueba. Siete veces oró al Señor y por fin vio la nubecilla. Vi que
habíamos dudado de las promesas seguras y ofendido al Salvador
con nuestra falta de fe. El ángel dijo: “Cíñete la armadura, y, sobre