Página 103 - Primeros Escritos (1962)

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Sueños de la Sra. de White
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palabra, y así fué que, profundamente conmovida, caí postrada a sus
pies. Mientras que allí yacía impedida, pasaron ante mi vista escenas
de gloria y belleza, y me pareció haber alcanzado la salvación y la
paz del cielo. Por último, recobradas las fuerzas, me levanté. Todavía
me miraban los amorosos ojos de Jesús, cuya sonrisa inundaba de
alegría mi alma. Su presencia despertaba en mí santa veneración e
inefable amor.
Mi guía abrió entonces la puerta, y ambos salimos. Me mandó
que volviese a tomar todo lo que había dejado afuera. Hecho esto,
me dió un cordón verde bien enrollado. Me encargó que lo colocara
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cerca de mi corazón y que cuando deseara ver a Jesús, lo sacara
de mi pecho y lo estirara al máximo. Advirtióme que no lo dejara
mucho tiempo enrollado, a fin de evitar que se le hiciesen nudos
y resultase difícil estirarlo. Puse el cordón junto a mi corazón y
gozosamente bajé la angosta escalera, alabando al Señor e indicando
a cuantos se cruzaban en mi camino dónde podían encontrar a Jesús.
Este sueño me infundió esperanza. El cordón verde era para mí el
símbolo de la fe y en mi alma alboreó la hermosa sencillez de la
confianza en Dios.
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