Página 104 - Primeros Escritos (1962)

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El sueño de Guillermo Miller
(
Mencionado en la página
48
y relatado por él mismo. Véase el
Apéndice
.)
Soñé que Dios, por una mano invisible, me mandó un cofre de
curiosa hechura, que tendría unas diez pulgadas de largo por seis de
ancho. Estaba hecho de ébano y de perlas curiosamente engastadas.
Junto al cofre estaba atada una llave. Tomé inmediatamente esa llave
y abrí el cofre, al que, para mi asombro y sorpresa, encontré lleno
de joyas: diamantes, piedras preciosas y monedas de oro y plata, de
todo tamaño, valor y clase, hermosamente ordenados en sus lugares
dentro del cofre; y así colocados reflejaban una gloria y una luz que
sólo podían compararse con la del sol.
Pensé que no debía disfrutar solo de este espectáculo maravi-
lloso, aunque mi corazón rebosaba de gozo frente al esplendor, a
la hermosura y al valor del contenido. Lo puse por lo tanto sobre
una mesa en el centro de mi habitación e hice saber que cuantos
quisieran podían venir y ver el espectáculo más glorioso y brillante
que hubiese visto hombre alguno en esta vida.
La gente comenzó a acudir. Al principio eran unos pocos, pero
el número fué aumentando hasta ser una muchedumbre. Cuando
miraban por primera vez el interior del cofre, se admiraban y dejaban
oir exclamaciones de gozo. Pero cuando el número de espectadores
aumentó, cada uno se puso a desordenar las joyas, sacándolas del
cofre y desparramándolas sobre la mesa.
Comencé a pensar que el dueño iba a exigir de mi mano la
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devolución del cofre y de las joyas; y si toleraba que las esparciesen,
jamás podría volver a colocarlas dentro del cofre; y considerando
que nunca podría hacer frente a la inmensa responsabilidad, empecé
a rogar a la gente que no tocase las joyas ni las sacase del cofre; pero
cuanto más les rogaba, tanto más las esparcían; y llegaban hasta a
hacerlo por toda la pieza, sobre el piso y sobre cada mueble.
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