Página 118 - Primeros Escritos (1962)

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El orden evangélico
El Señor ha mostrado que el orden evangélico ha sido temido
y descuidado en demasía
Debe rehuirse el formalismo; pero al
hacerlo, no se debe descuidar el orden. Hay orden en el cielo. Había
orden en la iglesia cuando Cristo estaba en la tierra, y después de
su partida el orden fué estrictamente observado entre sus apóstoles.
Y ahora en estos postreros días, mientras Dios está llevando a sus
hijos a la unidad de la fe, hay más necesidad real de orden que
nunca antes; porque, a medida que Dios une a sus hijos, Satanás
y sus malos ángeles están muy atareados para evitar esta unidad y
para destruirla. A esto se debe que se envíen apresuradamente al
campo hombres que carecen de sabiduría y juicio, que tal vez no
rigen bien su propia casa, y no ejercen orden ni gobierno sobre los
pocos de quienes Dios los ha encargado en su hogar; y sin embargo
se creen capaces de encargarse de la grey. Hacen muchas decisiones
equivocadas, y los que no conocen nuestra fe juzgan a todos los
mensajeros asemejándolos con esos hombres que se enviaron a sí
mismos. De esta manera la causa de Dios sufre oprobio, y la verdad
es rehuída por muchos incrédulos que, de no ver tales circunstancias,
manifestarían sinceridad y deseo de averiguar: ¿Son así las cosas?
Hombres cuya vida no es santa y que no están preparados para
enseñar la verdad presente entran en el campo sin ser reconocidos
por la iglesia o por los hermanos en general, y como resultado hay
confusión y desunión. Algunos tienen una teoría de la verdad, y
pueden presentar los argumentos que la favorecen, pero carecen
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de espiritualidad, de juicio y de experiencia; fracasan en muchas
cosas que debieran comprender antes de poder enseñar la verdad.
Otros no dominan los argumentos, pero debido a que unos pocos
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Los adventistas provenían de todas las iglesias, y al principio no se proponían
formar otra iglesia. Después de 1844 hubo gran confusión, y la mayoría se oponía
enérgicamente a cualquier organización, convencida de que no cuadraría con la perfecta
libertad del Evangelio. El testimonio y las labores de la Sra. de White se opusieron
siempre al fanatismo, y en las instrucciones dadas por su intermedio, siempre se insistió
en alguna forma de organización, que se declaraba necesaria para evitar la confusión.
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