Página 153 - Primeros Escritos (1962)

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Introducción
El don de profecía se manifestó en la iglesia durante la economía
judaica. Si bien desapareció por algunos siglos, a causa de la condi-
ción corrupta de la iglesia hacia fines de dicha economía, volvió a
aparecer para introducir al Mesías. Zacarías, padre de Juan Bautista,
“fué lleno del Espíritu Santo, y profetizó.” Simón, hombre justo y
devoto que “esperaba la consolación de Israel,” vino al templo im-
pulsado por el Espíritu Santo y profetizó acerca de Jesús que sería
“luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel”;
y la profetisa Ana “hablaba del niño a todos los que esperaban la
redención en Jerusalén.” No hubo profeta mayor que Juan Bautista,
quien fué elegido por Dios para presentar a Israel al “Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo.”
La edad cristiana comenzó con el derramamiento del Espíritu
Santo, y se manifestó entre los creyentes una gran variedad de dones
espirituales. Estos abundaban tanto que Pablo pudo decir a la iglesia
de Corinto: “
A cada uno
le es dada la manifestación del Espíritu
para provecho,” a cada miembro de la iglesia, no a cada habitante
del mundo.
Desde la gran apostasía, estos dones se han manifestado raras
veces; y a esto se debe probablemente que los que profesan el
cristianismo suelen creer que se limitaron al tiempo de la iglesia
primitiva. Pero ¿no se debió más bien la cesación de los dones a
los errores y a la incredulidad de la iglesia? Y cuando el pueblo de
Dios vuelva a la fe y a la práctica primitivas, como sucederá con
certidumbre gracias a la proclamación de los mandamientos de Dios
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y la fe de Jesús, ¿no volverá a desarrollar los dones la influencia de
la “lluvia tardía”? Basándonos en la analogía, podemos esperar que
será así. No obstante las apostasías de la edad judaica, ésta se inició
y se clausuró con manifestaciones especiales del Espíritu de Dios.
Y no sería razonable suponer que la edad cristiana—cuya luz, en
comparación con la de la edad anterior, viene a ser como la luz del
sol comparada con los rayos débiles de la luna—haya de comenzar
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