Página 156 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
Pablo, al decir que las Escrituras están destinadas a hacer al hombre
de Dios perfecto, cabalmente preparado para toda buena obra, quiso
decir que ya nada se escribiría por inspiración, ¿por qué estaba él
añadiendo algo a aquellas Escrituras en ese mismo momento? O
por lo menos ¿por qué no dejó caer la pluma tan pronto como hubo
escrito aquella frase? ¿Y por qué escribió Juan el libro del Apoca-
lipsis, unos treinta años más tarde? Este libro contiene otro pasaje
que se cita para probar la abolición de los dones espirituales.
“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de
este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las
plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las
palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de
la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este
libro.”.
Apocalipsis 22:18, 19
.
Hay quienes, basados en este pasaje, sostienen que Dios, que
en diferentes ocasiones y maneras habló en tiempos pasados a los
padres mediante los profetas, y al comienzo de la economía evan-
gélica, por Jesús y sus apóstoles, prometió solemnemente aquí que
nunca más comunicaría algo al hombre de esta manera. En tal caso,
todo lo que se haya profetizado después de escribir aquello debe ser
falso. Esto, se dice, cierra el canon de la inspiración. En tal caso,
¿por qué escribió Juan su Evangelio después de regresar de Patmos
a Efeso? Al hacerlo ¿añadió a las palabras de la profecía de aquel
libro escrito en la isla de Patmos? Se desprende del pasaje que la
advertencia contra la añadidura o la substracción no se refiere a la
Biblia como la tenemos en el volumen completo, sino al libro del
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Apocalipsis por separado, como salió de la mano del apóstol. Sin
embargo, nadie tiene derecho a añadir o a substraer de cualquier
otro libro escrito por la inspiración de Dios. Al escribir el libro del
Apocalipsis, ¿añadió Juan algo al libro de la profecía de Daniel? De
ninguna manera. Ningún profeta tiene derecho a alterar la Palabra
de Dios. Pero las visiones de Juan corroboran las de Daniel y arrojan
mucha luz adicional sobre los temas allí introducidos. Concluyo,
pues, que el Señor no se impuso la obligación de guardar silencio,
sino que sigue teniendo libertad de palabra. Sea siempre el lenguaje
de mi corazón: Habla, Señor, mediante quien quieras; tu siervo oye.
De manera que la tentativa de probar por la Escritura que los
dones espirituales fueron abolidos, resulta en un fracaso total. Y