Página 165 - Primeros Escritos (1962)

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La caída de Satanás
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Después que Satanás y los que cayeron con él fueron echados del
cielo, y él se dió cuenta de que había perdido para siempre toda la
pureza y gloria de aquel lugar, se arrepintió, y quiso ser reintegrado
allí. Estaba dispuesto a ocupar su propio lugar, o cualquier puesto
que se le asignase. Pero no; el cielo no debía ser puesto en peligro.
Todo el cielo podría contaminarse si se le recibía de vuelta; pues el
pecado había comenzado con él, y la semilla de la rebelión estaba en
su fuero interno. Tanto él como sus secuaces lloraron, e imploraron
que se los volviese a recibir en el favor de Dios. Pero su pecado—su
odio, su envidia y sus celos—habían sido tan grandes que Dios no
podía borrarlos. Ese pecado había de subsistir para recibir su castigo
final.
Cuando Satanás se dió plena cuenta de que no había posibilidad
de que regresase al favor de Dios, su malicia y su odio comenzaron
a manifestarse. Consultó a sus ángeles, y trazó un plan para seguir
obrando contra el gobierno de Dios. Cuando Adán y Eva fueron
puestos en el hermoso huerto, Satanás estaba haciendo planes para
destruirlos. De ningún modo podía verse privada de su felicidad esa
pareja dichosa si obedecía a Dios. Satanás no podía ejercer su poder
contra ella a menos que primero desobedeciesen a Dios y perdiesen
su derecho al favor divino. Había que idear algún plan para inducirlos
a desobedecer a fin de que incurriesen en la desaprobación de Dios
y fuesen puestos bajo la influencia más directa de Satanás y sus
ángeles. Se decidió que Satanás asumiría otra forma y manifestaría
interés en el hombre. Tenía que hacerle insinuaciones contra la
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veracidad de Dios y crear dudas acerca de si Dios quería decir
precisamente lo que decía; luego, excitar la curiosidad de la pareja e
inducirla a tratar de inmiscuirse en los planes insondables de Dios—
es decir cometer el mismo pecado del cual Satanás se había hecho
culpable—y razonar acerca de la causa de sus restricciones con
respecto al árbol del conocimiento.
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