Página 172 - Primeros Escritos (1962)

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El primer advenimiento de Cristo
Fuí trasladada al tiempo en que Jesús había de asumir la natura-
leza del hombre, humillarse a sí mismo como hombre, y sufrir las
tentaciones de Satanás.
Su nacimiento no revistió pompa humana. Nació en un establo y
tuvo por cuna un pesebre; sin embargo, su nacimiento recibió mu-
chísimo más honor que el de cualquiera de los hijos de los hombres.
Angeles del cielo anunciaron a los pastores el advenimiento de Jesús,
y la luz y la gloria de Dios acompañaron su testimonio. La hueste
celestial tañó sus arpas y glorificó a Dios. Triunfalmente pregonó
el advenimiento del Hijo de Dios a un mundo caído para cumplir la
obra de redención, y por su muerte dar paz, felicidad y vida eterna
al hombre. Dios honró el advenimiento de su Hijo. Los ángeles le
adoraron.
Angeles de Dios se cernieron sobre la escena de su bautismo;
el Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se posó sobre él;
y cuando la gente, grandemente asombrada, fijó en él sus ojos, se
oyó la voz del Padre que, bajando del cielo, decía: “Tú eres mi Hijo
amado; en ti tengo complacencia.” Juan no sabía con seguridad que
era el Salvador quien había venido a que le bautizara en el Jordán.
Pero Dios le había prometido darle una señal por la cual pudiera
reconocer al Cordero de Dios. Esta señal fué dada cuando la paloma
celestial se posó sobre Jesús, y le rodeó la gloria de Dios. Juan
extendió la mano señalando a Jesús, y en alta voz exclamó: “He aquí
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
Juan informó a sus discípulos que Jesús era el Mesías prometido,
el Salvador del mundo. Mientras terminaba su obra, enseñó a sus
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discípulos a mirar a Jesús y seguirlo como el gran Maestro. La
vida de Juan estuvo cargada de tristeza y abnegación. Anunció el
primer advenimiento de Cristo, pero no se le permitió presenciar
sus milagros ni gozar del poder que el Señor manifestó. Juan sabía
que debía morir cuando Jesús asumiese las funciones de maestro.
Rara vez se oyó su voz fuera del desierto. Hacía vida solitaria. No se
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