Página 183 - Primeros Escritos (1962)

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La entrega de Cristo
Fuí transportada al tiempo cuando Jesús comió la cena de pascua
con sus discípulos. Satanás había engañado a Judas y le había indu-
cido a considerarse como uno de los verdaderos discípulos de Cristo;
pero su corazón había sido siempre carnal. Había visto las potentes
obras de Jesús, había estado con él durante todo su ministerio, y se
había rendido a la suprema evidencia de que era el Mesías; pero
Judas era mezquino y codicioso. Amaba el dinero. Lamentóse con
ira de lo mucho que había costado el ungüento que María derramó
sobre Jesús. María amaba a su Señor. El le había perdonado sus
pecados, que eran muchos, y había resucitado de entre los muertos a
su muy querido hermano, por lo que nada le parecía demasiado caro
en obsequio de Jesús. Cuanto más precioso fuese el ungüento, mejor
podría ella manifestar su agradecimiento a su Salvador, dedicán-
doselo. Para excusar su codicia, dijo Judas que bien podía haberse
vendido aquel ungüento y repartido el dinero entre los pobres. Pero
no lo movía a decir esto su solicitud por los pobres, porque era muy
egoísta, y solía apropiarse en provecho propio de lo que a su cuidado
se confiaba para darlo a los pobres. Judas no se había preocupado
de la comodidad ni aun de las necesidades de Jesús, y disculpaba su
codicia refiriéndose a menudo a los pobres. Aquel acto de generosi-
dad de parte de María fué un acerbo reproche contra la disposición
avarienta de Judas. Estaba preparado el camino para que la tentación
de Satanás hallara fácil acceso al corazón de Judas.
Los sacerdotes y caudillos de los judíos odiaban a Jesús; pero
las multitudes se agolpaban a escuchar sus palabras de sabiduría y a
presenciar sus portentosas obras. El pueblo estaba conmovido por
un profundo interés, y ansiosamente seguía a Jesús para escuchar las
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enseñanzas de tan admirable maestro. Muchos de los gobernantes ju-
díos creían en él, aunque no se atrevían a confesar su fe por no verse
expulsados de la sinagoga. Los sacerdotes y ancianos acordaron que
debía hacerse algo para apartar de Jesús la atención de las gentes,
pues temían que todos llegasen a creer en él, y no veían seguridad
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