Página 185 - Primeros Escritos (1962)

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La entrega de Cristo
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a que si presenciaban la entrega, lo libertaran; porque el plan estaba
trazado, y debía cumplirse.
Después de orar, acercóse Jesús a sus discípulos y los encontró
durmiendo. En aquella hora terrible no contaba con la simpatía y
las oraciones ni aun de sus discípulos. Pedro, que tan celoso se
había mostrado poco antes, estaba embargado por el sueño. Jesús le
recordó sus declaraciones positivas y le dijo: “¿Así que no habéis
podido velar conmigo una hora?” Tres veces oró el Hijo de Dios en
agonía. Después, apareció Judas con su banda de hombres armados.
Se acercó a su Maestro para saludarle como de costumbre. La banda
rodeó a Jesús, quien entonces manifestó su divino poder al decir: “¿A
quién buscáis?” “Yo soy.” Entonces ellos cayeron hacia atrás. Hizo
Jesús aquella pregunta para que presenciasen su poder y supiesen
que podría librarse de sus manos con sólo quererlo.
Los discípulos abrieron su pecho a la esperanza al ver cuán fá-
cilmente había caído a tierra el tropel de gente armada de palos
y espadas. Al levantarse ellos del suelo y rodear de nuevo al Hijo
de Dios, Pedro desenvainó su espada e hirió a un criado del sumo
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pontífice, cortándole una oreja. Jesús mandó a Pedro que envainara
la espada, diciéndole: “¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi
Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” Vi
que cuando esas palabras fueron pronunciadas se reflejó la esperanza
en los rostros de los ángeles. Deseaban rodear inmediatamente a su
Caudillo, y dispersar a la enfurecida turba. Pero de nuevo se entris-
tecieron cuando Jesús añadió: “¿Pero cómo entonces se cumplirían
las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” Los discípulos
también se desconsolaron al ver que Jesús se dejaba prender y llevar
por sus enemigos.
Temerosos de perder la vida, todos los discípulos lo abandonaron
y huyeron. Jesús quedó solo en manos de la turba asesina. ¡Oh!
¡Cómo triunfó entonces Satanás! ¡Cuánto pesar y tristeza hubo entre
los ángeles de Dios! Muchas cohortes de santos ángeles, cada cual
con su caudillo al frente, fueron enviadas a presenciar la escena con
objeto de anotar cuantos insultos y crueldades se infligiesen al Hijo
de Dios, así como cada tormento angustioso que debía sufrir Jesús,
pues todos los hombres que actuaban en aquella tremenda escena
habrán de volverla a ver en vivos caracteres.
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