Página 186 - Primeros Escritos (1962)

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El enjuiciamiento de Cristo
Al salir del cielo los ángeles se despojaron tristemente de sus
resplandecientes coronas. No podían ceñírselas mientras su Caudillo
estuviese sufriendo y hubiese de llevar una de espinas. Satanás y sus
ángeles andaban muy atareados por el patio del tribunal, para sofocar
todo sentimiento humanitario y de simpatía respecto de Jesús. El
ambiente era pesado, y estaba contaminado por la influencia satánica.
Los sacerdotes y ancianos eran incitados por los ángeles malignos a
insultar y maltratar a Jesús de un modo dificilísimo de soportar por
la naturaleza humana. Esperaba Satanás que semejantes escarnios y
violencia arrancarían del Hijo de Dios alguna queja o murmuración,
o que manifestaría su divino poder desasiéndose de las garras de la
multitud, con lo que fracasaría el plan de salvación.
Pedro siguió a su Señor después de la entrega, pues anhelaba
ver lo que iban a hacer con Jesús; pero cuando lo acusaron de ser
uno de sus discípulos, temió por su vida y declaró que no conocía al
hombre. Se distinguían los discípulos de Jesús por la honestidad de
su lenguaje, y para convencer a sus acusadores de que no era discí-
pulo de Cristo, Pedro negó la tercera vez lanzando imprecaciones y
juramentos. Jesús, que estaba a alguna distancia de Pedro, le dirigió
una mirada triste de reconvención. Entonces el discípulo se acordó
de las palabras que le había dirigido Jesús en el cenáculo, y también
recordó que él había contestado diciendo: “Aunque todos se escan-
dalicen de ti, yo nunca me escandalizaré.” Pedro acababa de negar
a su Señor con imprecaciones y juramentos, pero aquella mirada
de Jesús conmovió su corazón y lo salvó. Con amargas lágrimas
s
arrepintió de su grave pecado, se convirtió y estuvo entonces
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preparado para confirmar a sus hermanos.
La multitud clamaba por la sangre de Jesús. Lo azotaron cruel-
mente, le vistieron un viejo manto de púrpura y ciñeron su sagrada
cabeza con una corona de espinas. Después le pusieron una caña en
las manos, e inclinándose por burla ante él, le saludaban sarcástica-
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