Página 19 - Primeros Escritos (1962)

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de la Biblia, como sucedió. Sobre todo hizo comprender a los fieles
que Dios los estaba guiando y continuaría conduciéndolos mientras
viajasen hacia la ciudad celestial.
Al pie de la senda simbólica mostrada a la joven Elena, había
una luz brillante, que el ángel designó como el clamor de media
noche, expresión vinculada con la predicación de un inminente
advenimiento durante el verano y el otoño de 1844. En aquella
visión, se discernía a Cristo conduciendo al pueblo a la ciudad de
Dios. La conversación oída indicaba que el viaje iba a resultar más
largo de lo que se había esperado. Algunos perdieron de vista a
Jesús, y cayeron de la senda, pero los que mantuvieron los ojos fijos
en Jesús y en la ciudad llegaron con bien a su destino. Esto es lo que
se nos presenta, bajo el título “Mi primera visión,” en las páginas
13-20 de este libro.
Eran muy pocos los que constituían aquel grupo que avanzaba en
la luz. En 1846, eran como cincuenta. El grupo mayor, que abandonó
la esperanza de que la profecía se hubiese cumplido en 1844, contaba
tal vez con 30.000 personas. En 1845 se reunieron para reexaminar
sus opiniones en una conferencia que se celebró en Albany, estado
de Nueva York, del 29 de abril al 1 de mayo. Decidieron entonces
formalmente denunciar a quienes aseverasen tener “iluminación
especial” y a los que enseñasen “fábulas judaicas.” (
Advent Herald,
[xvii]
14 de mayo de 1845.) Véase
Messenger to the Remnant
(Mensajera
enviada al residuo), pág. 31, columna 2.
Cerraron así la puerta para no dejar penetrar la luz referente al
sábado y al Espíritu de Profecía. Creían que la profecía no se había
cumplido en 1844, y algunos fijaron para una fecha ulterior la termi-
nación de los 2.300 días. Fueron fijadas varias fechas, pero una tras
otra pasaron. Al principio, este grupo, unido por la influencia cohe-
siva de la esperanza adventista, marchaba en unidades vinculadas
entre sí pero con bastante elasticidad, pues entre todas sostenían una
gran variedad de doctrinas. Algunos de estos grupos no tardaron en
dispersarse. El que sobrevivió algunas décadas llegó a ser la Iglesia
Cristiana Adventista, cuyos miembros son llamados, en nuestras
primeras publicaciones, “Adventistas del Primer Día” o “Adventistas
Nominales.”
Pero debemos dedicar ahora nuestra atención al pequeño grupo
que se aferró tenazmente a su creencia de que la profecía se había