Página 198 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
ron sobornar a los soldados para que no dijesen nada a nadie. Los
príncipes y ancianos les ofrecieron, pues, una fuerte suma de dinero,
diciéndoles: “Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y
lo hurtaron, estando nosotros durmiendo.” Y cuando los soldados
preguntaron qué se les haría por haberse dormido en su puesto, los
príncipes les prometieron que persuadirían al gobernador para que
no los castigase. Por amor al dinero, los guardias romanos vendieron
su honor y cumplieron el consejo de los príncipes y ancianos.
Cuando Jesús, pendiente de la cruz, exclamó:
“Consumado es,”
las peñas se hendieron, tembló la tierra y se abrieron algunas tum-
bas. Al resurgir él triunfante de la muerte y del sepulcro, mientras
la tierra se tambaleaba y los fulgores del cielo brillaban sobre el
sagrado lugar, algunos de los justos muertos, obedientes a su llama-
miento, salieron de los sepulcros como testigos de que Cristo había
resucitado. Aquellos favorecidos santos salieron glorificados. Eran
santos escogidos de todas las épocas, desde la creación hasta los días
de Cristo. De modo que mientras los príncipes judíos procuraban
ocultar la resurrección de Cristo, hizo Dios levantar de sus tumbas
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cierto número de santos para atestiguar que Jesús había resucitado y
proclamar su gloria.
Los resucitados diferían en estatura y aspecto, pues unos eran de
más noble continente que otros. Se me informó que los habitantes
de la tierra habían ido degenerando con el tiempo, perdiendo fuerza
y donaire. Satanás tenía el dominio de las enfermedades y la muerte;
y en cada época los efectos de la maldición se habían hecho más
visibles y más evidente el poderío de Satanás. Los que habían vivido
en los días de Noé y Abrahán parecían ángeles por su gallardía y
aspecto; pero los de cada generación sucesiva habían resultado más
débiles, más sujetos a las enfermedades y de vida más corta. Satanás
ha ido aprendiendo a molestar y debilitar la raza.
Los que salieron de los sepulcros cuando resucitó Jesús, se apa-
recieron a muchos, diciéndoles que ya estaba cumplido el sacrificio
por el hombre; que Jesús, a quien los judíos crucificaran, había re-
sucitado de entre los muertos, y en comprobación de sus palabras,
declaraban: “Nosotros fuimos resucitados con él.” Atestiguaban
que por el formidable poder de Jesús habían salido de sus sepul-
cros. A pesar de los falsos rumores que se propagaron, ni Satanás
ni sus ángeles ni los príncipes de los sacerdotes lograron ocultar la