Página 218 - Primeros Escritos (1962)

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Pablo visita a Jerusalén
Después de la conversión de Pablo, éste visitó a Jerusalén y
allí predicó a Jesús y las maravillas de su gracia. Relató su conver-
sión milagrosa, lo cual enfureció hasta tal punto a los sacerdotes y
gobernantes que procuraron quitarle la vida. Pero a fin de que se
salvase, Jesús volvió a aparecerle en visión mientras oraba, y le dijo:
“Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu
testimonio acerca de mí.” Pablo contestó: “Señor, ellos saben que
yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en
ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mis-
mo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba
las ropas de los que le mataban.” Pablo pensaba que los judíos de
Jerusalén no podrían resistir su testimonio; que considerarían que
el gran cambio realizado en él podía deberse únicamente al poder
de Dios. Pero la respuesta fué aún más decidida: “Ve, porque yo te
enviaré lejos a los gentiles.”
Mientras estuvo ausente de Jerusalén, Pablo escribió muchas
cartas a diferentes lugares, en las que relataba su experiencia y
testificaba poderosamente. Pero algunos se esforzaron por destruir
la influencia de aquellas cartas. Se veían obligados a admitir que
tenían peso y poder, pero declaraban que la presencia corporal del
autor era débil y despreciable su habla.
Los hechos del caso eran que Pablo era un hombre de gran saber,
y su prudencia y sus modales encantaban a sus oyentes. Agradaba a
los sabios con su conocimiento, y muchos de ellos creían en Jesús.
Cuando estaba ante reyes y grandes asambleas, manifestaba tal elo-
cuencia que fascinaba a todos los presentes. Esto enfurecía mucho a
los sacerdotes y ancianos. Era fácil para Pablo entrar en raciocinios
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profundos y, elevándose, arrastraba a la gente consigo en los pen-
samientos más exaltados, al presentar las riquezas profundas de la
gracia de Dios y describir el asombroso amor de Cristo. Luego, con
sencillez, descendía al nivel que el pueblo común podía comprender
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