Página 219 - Primeros Escritos (1962)

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Pablo visita a Jerusalén
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y de la manera más poderosa relataba su experiencia, y despertaba
en sus oyentes el ardiente deseo de ser discípulos de Cristo.
Nuevamente el Señor se apareció a Pablo y le reveló que debía
subir a Jerusalén, que allí sería atado y que sufriría por su nombre.
Aunque estuvo preso mucho tiempo, el Señor se valió de él para
llevar adelante su obra especial. Sus cadenas habían de ser el medio
de difundir el conocimiento de Cristo y de esta suerte glorificar a
Dios. Al ser enviado de una ciudad a otra para ser enjuiciado, su
testimonio concerniente a Jesús y los incidentes interesantes de su
propia conversión fueron relatados delante de reyes y gobernantes,
para que ellos quedasen sin excusa en lo concerniente a Jesús. Miles
creyeron en Cristo y se regocijaron en su nombre. Vi que el propósito
especial de Dios se cumplió en el viaje de Pablo por mar; el Señor
quería que la tripulación del barco presenciase manifestaciones del
poder de Dios por medio de Pablo, que los paganos también oyesen
el nombre de Jesús, y que muchos se convirtiesen por la enseñanza
de Pablo y la comprobación de los milagros que realizaba. Reyes
y gobernantes fueron encantados por su raciocinio, y mientras que
con celo y el poder del Espíritu Santo predicaba a Jesús y relataba
los acontecimientos interesantes de su experiencia, se apoderaba
de ellos la convicción de que Jesús era el Hijo de Dios. Mientras
algunos se llenaban de asombro al escuchar a Pablo, uno exclamó:
“Por poco me persuades a ser cristiano.” Sin embargo, la mayoría de
los que le oyeron, pensaron que en algún tiempo futuro considerarían
lo que habían oído. Satanás se valió de la demora y, por el hecho de
que descuidaron la oportunidad cuando su corazón fué enternecido,
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la perdieron para siempre. Sus corazones se endurecieron.
Me fué mostrada la obra de Satanás al enceguecer primero los
ojos de los judíos para que no recibiesen a Jesús como su Salvador;
y luego al inducirlos a desear quitarle la vida, por la envidia que
sentían a causa de sus obras poderosas. Satanás entró en uno de los
discípulos de Cristo y lo indujo a entregarlo en las manos de sus
enemigos, para que crucificasen al Señor de la vida y de la gloria.
Después que Jesús resucitó de entre los muertos, los judíos aña-
dieron un pecado al otro al procurar ocultar el hecho de su resu-
rrección, sobornando la guardia romana para que atestiguase una
mentira. Pero la resurrección de Jesús quedó doblemente asegurada
por la resurrección de una multitud de testigos en la misma ocasión.