Página 226 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
de este excelso beneficio sentían que habían conversado con Dios,
con su Hijo Jesús y con sus discípulos. Pero este bendito privilegio
costó la vida de muchos. Si los descubrían, los mandaban al tajo del
verdugo, a la hoguera o a lóbregas mazmorras donde los dejaban
morir de hambre.
No podía Satanás impedir el plan de salvación. Jesús fué crucifi-
cado y resucitó al tercer día. Pero Satanás les dijo a sus ángeles que
sacaría ventajas de la crucifixión y resurrección. Estaba conforme
con que los que profesaban la fe de Jesús diesen por invalidadas
después de la muerte de Cristo las leyes que regulaban los sacrificios
y ofrendas judaicos con tal que pudiese llevarlos más lejos y hacerles
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creer que también la ley de los diez mandamientos había cesado
cuando Cristo murió.
Vi que muchos cedían fácilmente a este engaño de Satanás. El
cielo entero se indignó al ver pisoteada la sacrosanta ley de Dios.
Jesús y toda la hueste celestial conocían la índole de la ley de Dios,
y sabían que no era posible alterarla ni abrogarla. La condición
desesperada del hombre después de la caída había causado en el
cielo profundísima tristeza, y movió a Cristo a ofrecerse para morir
por los transgresores de la santa ley de Dios. Pero de haberse podido
abrogar la ley, el hombre se hubiese salvado sin necesidad de la
muerte de Jesús. Por lo tanto, esa muerte no destruyó la ley del Padre,
sino que la magnificó y honró, e impuso a todos el acatamiento de
todos sus santos preceptos.
Si la iglesia hubiese permanecido pura y firme, no habría podido
Satanás engañarla ni inducirla a que pisotease la ley de Dios. En
ese plan descarado Satanás ataca directamente el fundamento del
gobierno de Dios en el cielo y en la tierra. Por su rebelión fué
expulsado del cielo, y después quiso salvarse pretendiendo que Dios
alterase su ley; pero ante la hueste del cielo se le manifestó que
la ley de Dios era inalterable. Satanás sabe que induciendo a otros
a quebrantar la ley de Dios los gana para su causa, porque todo
transgresor de la ley debe morir.
Resolvió Satanás ir todavía más lejos. Dijo a sus ángeles que
algunos tendrían tanto celo por la ley de Dios que no se dejarían
prender en esa trampa, pues los diez mandamientos eran tan explí-
citos que muchos creerían que seguían válidos, y por lo tanto sólo
debía tratar de corromper uno de los mandamientos. Así que indujo a