Página 233 - Primeros Escritos (1962)

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La reforma
A pesar de la persecución contra los santos, se levantaban por
doquiera vivos testigos de la verdad de Dios. Los ángeles del Señor
efectuaban la obra que se les había confiado. Por los más obscuros
lugares buscaban y elegían, sacándolos de las tinieblas, a los varo-
nes de corazón sincero que estaban sumidos en el error, y que, sin
embargo, como Saulo, eran llamados por Dios para ser escogidos
mensajeros de su verdad, y para que levantaran la voz contra los pe-
cados de los que decían ser su pueblo. Los ángeles de Dios movieron
el corazón de Martín Lutero, Melancton y otros en diversos lugares,
despertándoles la sed del viviente testimonio de la Palabra de Dios.
El enemigo había irrumpido como una inundación y era preciso
levantar bandera contra él. Lutero fué escogido para arrostrar la
tormenta, hacer frente a las iras de una iglesia caída y fortalecer a los
pocos que permanecían fieles a su santa profesión. Era hombre que
siempre temía ofender a Dios. Había hecho lo posible por obtener el
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favor divino mediante las obras, pero no quedó satisfecho hasta que
un resplandor de la luz del cielo disipó las tinieblas de su mente y le
indujo a confiar, no en las obras, sino en los méritos de la sangre de
Cristo. Entonces pudo dirigirse personalmente a Dios, por el único
medio de Jesucristo y no por intermedio de papas y confesores.
¡Oh, cuán valiosa fué para Lutero esta nueva y refulgente luz que
había alboreado en su entenebrecido entendimiento, y disipado su
superstición! La estimaba en más que todos los tesoros del mundo.
La Palabra de Dios era nueva para él. Todo lo veía cambiado. El libro
que había temido por no poder hallar belleza en él, era ahora para
él la vida eterna, su gozo, su consuelo y su bendito instructor. Nada
podría inducirle a desistir de su estudio. Había temido la muerte;
pero al leer la Palabra de Dios, se desvanecieron todos sus terrores,
admiró el carácter de Dios y le amó. Escudriñó por sí mismo la
Biblia y se regocijó en los preciosos tesoros en ella contenidos.
Después la escudriñó para la iglesia. Le indignaban los pecados de
aquellos en quienes había confiado para salvarse, y al ver a muchos
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