Página 234 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
otros envueltos en las mismas tinieblas que a él le habían ofuscado,
buscó anhelosamente la ocasión de mostrarles al Cordero de Dios,
el único que quita el pecado del mundo.
Alzando su voz contra los errores y pecados de la iglesia papal,
procuró ardientemente quebrantar la cadena de tinieblas que ataba a
millares de personas y las movía a confiar en las obras para obtener
salvación. Anhelaba poder presentar a su entendimiento las verda-
deras riquezas de la gracia de Dios y la excelencia de la salvación
obtenida por medio de Jesucristo. Con el poder del Espíritu Santo
clamó contra los pecados de los dirigentes de la iglesia y no desmayó
su valor al tropezar con la borrascosa oposición de los sacerdotes,
porque confiaba firmemente en el fuerte brazo de Dios y esperaba,
lleno de fe, que él le diera la victoria. Al estrechar más y más la
batalla, recrudecía la cólera del clero romano contra él. Los clérigos
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no querían reformarse. Preferían que los dejasen en sus comodida-
des, en sus livianos y libertinos placeres, en su perversidad. También
deseaban mantener a la iglesia en tinieblas.
Vi que Lutero era vehemente, celoso, intrépido y resuelto en la
reprobación de los pecados y la defensa de la verdad. No le impor-
taban los demonios ni los malvados, pues sabía que estaba asistido
por quien puede más que todos ellos. Era valiente, celoso y osado, y
hasta a veces arriesgaba llegar al exceso; pero Dios levantó a Melan-
cton, cuyo carácter era diametralmente opuesto al de Lutero, para
que ayudase a éste en la obra de la Reforma. Melancton era tímido,
temeroso, precavido y pacientísimo. Dios le amaba grandemente.
Conocía muy bien las Escrituras y tenía excelente perspicacia y
criterio.
Su amor a la causa de Dios igualaba al de Lutero. El Señor unió
los corazones de estos dos hombres, y fueron amigos inseparables.
Lutero ayudaba poderosamente a Melancton cuando éste temía y era
tardo en sus pasos, y Melancton le servía de mucho a Lutero cuando
éste intentaba precipitar los suyos. Las previsoras precauciones de
Melancton evitaron muchas dificultades con que hubiese tropezado
la causa si la obra hubiera estado en las solas manos de Lutero,
mientras que otras veces la obra no hubiera prosperado si tan sólo la
hubiese dirigido Melancton. Me fué mostrada la sabiduría de Dios
al escoger estos dos hombres para llevar a cabo la obra de reforma.