Página 258 - Primeros Escritos (1962)

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Primeros Escritos
cristianos volverse con escarnio y ridículo hacia los que habían
sido chasqueados. Al caer de labios burladores las palabras: “¡No
ascendisteis todavía!” un ángel las escribía. Dijo el ángel: “Se burlan
de Dios.” Me fué recordado un pecado similar que fué cometido en
tiempos antiguos. Elías había sido trasladado al cielo, y su manto
había caído sobre Eliseo. Unos jóvenes impíos, que habían aprendido
de sus padres a despreciar al hombre de Dios, siguieron a Eliseo,
gritando en son de burla: “¡Calvo, sube! ¡calvo, sube!” Al insultar
así a su siervo, habían insultado a Dios y recibieron inmediatamente
su castigo. Igualmente los que se habían burlado de la idea de que
los santos ascendiesen, serán visitados por la ira de Dios, y se les
hará sentir que no es cosa liviana burlarse de su Hacedor.
Jesús comisionó a otros ángeles para que volasen prestamente a
revivir y fortalecer la fe en decadencia de su pueblo y a prepararlo
para comprender el mensaje del segundo ángel y el paso importante
que pronto se había de dar en el cielo. Vi a estos ángeles recibir gran
poder y luz de Jesús y volar prestamente a la tierra para cumplir
su mandato de ayudar al segundo ángel en su obra. Una gran luz
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resplandeció sobre el pueblo de Dios cuando los ángeles clamaron:
“¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” Entonces vi a aquellos que
habían sido chasqueados levantarse y en armonía con el segundo
ángel proclamar: “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” La luz
de los ángeles penetraba las tinieblas por doquiera. Satanás y sus
ángeles procuraban impedir que esta luz se difundiese y tuviese
el efecto que debía tener. Contendían con los ángeles del cielo,
diciéndoles que Dios había engañado al pueblo, y que con toda
su luz y poder no podían hacer creer al mundo que Cristo iba a
venir. Pero a pesar de que Satanás se esforzó por estorbarles el
paso y desviar de la luz la atención de la gente, los ángeles de Dios
continuaron su obra.
Los que recibían la luz parecían muy felices. Miraban constan-
temente hacia el cielo y anhelaban la aparición de Jesús. Algunos
lloraban y oraban con gran angustia. Parecían fijar sus ojos en sí
mismos, y no se atrevían a mirar hacia arriba. Una luz del cielo
apartó de ellos las tinieblas, y sus ojos, que habían estado fijos en
sí mismos con desesperación, se dirigieron hacia arriba y en todos
sus rasgos se expresaban la gratitud y el santo gozo. Jesús y toda la
hueste angélica miraron con aprobación a los fieles que aguardaban.