Página 259 - Primeros Escritos (1962)

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Los que habían rechazado la luz del mensaje del primer ángel, y
se habían opuesto a ella, perdieron la luz del segundo, y no pudieron
ser beneficiados por el poder y la gloria que acompañó el mensaje:
“¡Aquí viene el esposo!” Jesús se apartó de ellos con ceño, porque
le habían despreciado y rechazado. Los que recibieron el mensaje
fueron envueltos por una nube de gloria. Temían muchísimo ofender
a Dios, y mientras aguardaban, velaban y oraban para conocer su vo-
luntad. Vi que Satanás y sus ángeles procuraban separar al pueblo de
Dios de esta luz divina; pero mientras los que aguardaban apreciaban
la luz y mantenían los ojos levantados de la tierra a Jesús, Satanás
no podía privarlos de sus preciosos rayos. El mensaje dado desde
el cielo enfurecía a Satanás y sus ángeles, e inducía a aquellos que
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profesaban amar a Jesús, pero despreciaban su venida, a escarnecer
a los fieles que manifestaban confianza. Pero un ángel anotaba todo
insulto, todo desprecio, todo daño, que los hijos de Dios recibían de
sus profesos hermanos.
Muchísimos alzaron la voz para clamar: “¡Aquí viene el espo-
so!” y abandonaron a sus hermanos que no amaban la aparición de
Jesús ni querían permitirles espaciarse en su segunda venida. Vi a
Jesús apartar el rostro de aquellos que rechazaban y despreciaban
su venida, y luego ordenó a los ángeles que sacasen a su pueblo de
entre los impuros, no fuese que quedasen contaminados. Los que
eran obedientes al mensaje se destacaban, libres y unidos. Una luz
santa resplandecía sobre ellos. Renunciaban al mundo, sacrificaban
sus intereses y tesoros terrenales y, dirigían miradas ansiosas hacia
el cielo, a la espera de ver a su amado Libertador. Una santa luz
brillaba sobre sus rostros, denotando la paz y el gozo que reinaban
en su interior. Jesús pidió a los ángeles que fuesen y los fortale-
ciesen, porque se acercaba la hora de su prueba. Vi que éstos que
aguardaban no habían sido todavía probados como debían serlo. No
estaban exentos de errores. Y vi la misericordia y bondad que Dios
manifestaba al mandar a los habitantes de la tierra una amonestación
y mensajes repetidos, para inducirlos a escudriñar diligentemente su
corazón y a estudiar las Escrituras, a fin de que pudieran despojarse
de los errores que les habían transmitido los paganos y los papistas.
Mediante estos mensajes Dios ha estado sacando a su pueblo adonde
pueda él obrar en su favor con mayor poder, y donde puedan ellos
guardar todos sus mandamientos.
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