Página 263 - Primeros Escritos (1962)

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El mensaje del tercer ángel
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Véase el Apéndice.
]
Cuando cesó el ministerio de Jesús en el lugar santo y pasó él
al santísimo para estar de pie delante del arca que contenía la ley
de Dios, envió otro poderoso ángel con un tercer mensaje para el
mundo. Un pergamino fué puesto en la mano del ángel, y mientras
descendía a la tierra con poder y majestad, proclamaba una terrible
amonestación, acompañada de las más tremendas amenazas que ja-
más se dirigieron contra el hombre. Tenía por objeto aquel mensaje
poner en guardia a los hijos de Dios revelándoles la hora de tentación
y angustia que los aguardaba. Dijo el ángel: “Tendrán que combatir
tesoneramente contra la bestia y su imagen. Su única esperanza de
vida eterna consiste en permanecer firmes. Aunque se vean en peli-
gro de muerte, deben sostener firmemente la verdad.” El tercer ángel
concluye así su mensaje: “Aquí está la paciencia de los santos, los
que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.” Al repetir
el ángel estas palabras, señalaba al santuario celestial. La atención
de cuantos aceptan este mensaje se dirige hacia el lugar santísimo,
donde Jesús está de pie delante del arca, realizando su intercesión
final por todos aquellos para quienes hay todavía misericordia, y por
los que hayan violado ignorantemente la ley de Dios. Esta expiación
es hecha tanto para los justos muertos como para los justos vivos.
Incluye a todos los que murieron confiando en Cristo, aunque, por
no haber recibido luz acerca de los mandamientos de Dios, hubiesen
pecado ignorantemente al transgredir sus preceptos.
Después que Jesús abrió la puerta del lugar santísimo, vióse la
luz del sábado, y el pueblo de Dios fué probado, como antiguamente
lo fueron los hijos de Israel, para ver si quería guardar la ley de Dios.
Vi que el tercer ángel señalaba hacia lo alto, indicando a los que
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habían sido chasqueados el camino al lugar santísimo del santuario
celestial. Los que por fe entraban al lugar santísimo, hallaban a
Jesús, y resurgían en ellos la esperanza y el júbilo. Vi que volvían
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