Página 297 - Primeros Escritos (1962)

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La tierra desolada
Nuevamente mi atención fué dirigida hacia la tierra. Los impíos
habían sido destruidos y sus cadáveres yacían por el suelo. La ira de
Dios se había derramado sobre los habitantes de la tierra mediante
las siete postreras plagas, que les habían hecho morderse la lengua
de dolor y maldecir a Dios. Los falsos pastores habían sido el objeto
especial de la ira de Jehová. Aun estando en pie se habían consumido
sus ojos en sus órbitas y su lengua en su boca. Después de ser
librados los santos por la voz de Dios, los impíos se volvieron unos
contra otros. La tierra parecía inundada de sangre y cubierta de
cadáveres desde uno a otro confín.
Se asemejaba a un desolado desierto. Las ciudades y las aldeas,
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sacudidas por el terremoto, yacían en ruinas. Las montañas, descua-
jadas de sus asientos, habían dejado grandes cavernas. Sobre toda la
superficie de la tierra estaban esparcidos los desmochados peñascos
que había lanzado el mar o se habían desprendido de la misma tierra.
Corpulentos árboles desarraigados estaban tendidos por el suelo. La
desolada tierra iba a ser la habitación de Satanás y sus malignos
ángeles durante mil años. Allí quedaría Satanás recluído, vagabundo
y errante por toda la tierra para ver las consecuencias de su rebelión
contra la ley de Dios. Durante mil años iba a poder gozar del fruto
de la maldición que había causado. Recluído en la tierra, no tendrá
ocasión de ir a otros planetas para tentar y molestar a quienes no
han caído. Durante todo ese tiempo Satanás sufrirá muchísimo. Sus
características malignas han estado en constante ejercicio desde su
caída; pero se verá entonces privado de su poder y obligado a refle-
xionar con terror y temblor en lo que le reserva el porvenir cuando
haya de penar por todo el mal que hizo y ser castigado por todos los
pecados que hizo cometer.
Oí, de parte de los ángeles y de los santos redimidos, exclamacio-
nes de triunfo que resonaban como diez mil instrumentos músicos,
porque ya no se verían ellos molestados ni tentados por Satanás, y
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