Página 63 - Primeros Escritos (1962)

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El amor de Dios por su pueblo
He visto el tierno amor de Dios por su pueblo, y es muy grande.
Vi ángeles que extendían sus alas sobre los santos. Cada santo tenía
su ángel custodio. Si los santos lloraban desalentados o estaban en
peligro, los ángeles que sin cesar los asistían, volaban con presteza
a llevar la noticia, y los ángeles de la ciudad cesaban de cantar. En-
tonces Jesús comisionaba a otro ángel para que bajase a alentarlos,
vigilarlos y procurar que no se apartaran del sendero estrecho; pero
si los santos desdeñaban el vigilante cuidado de aquellos ángeles,
rechazaban su consuelo y seguían extraviados, los ángeles se entris-
tecían y lloraban. Llevaban allá arriba la noticia, y todos los ángeles
de la ciudad se echaban a llorar y en alta voz decían: “Amén.” Pe-
ro si los santos fijaban los ojos en el premio que los aguardaba y
glorificaban a Dios en alabanza, entonces los ángeles llevaban a la
ciudad la grata nueva, y los ángeles de la ciudad tañían sus áureas
arpas, y cantaban en alta voz: “¡Aleluya!” y por las bóvedas celestes
repercutían sus hermosos cánticos.
En la santa ciudad hay perfecto orden y armonía. Todos los
ángeles comisionados para visitar la tierra llevan una tarjeta de oro
que, al salir o entrar en la ciudad, presentan a los ángeles de la puerta.
El cielo es un lugar agradable. Yo anhelo estar allí y contemplar a mi
hermoso Jesús que por mí dió la vida, y ser transmutada a su gloriosa
imagen. ¡Oh! ¡quién me diera palabras para expresar la gloria del
brillante mundo venidero! Estoy sedienta de las vivas corrientes que
alegran la ciudad de nuestro Dios.
El Señor me mostró en visión otros mundos. Me fueron dadas
alas y un ángel me acompañó desde la ciudad a un lugar brillante
y glorioso. La hierba era de un verde vivo y las aves gorjeaban un
dulce canto. Los moradores de aquel lugar eran de todas estaturas;
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eran nobles, majestuosos y hermosos. Llevaban la manifiesta imagen
de Jesús, y su semblante refulgía de santo júbilo, como expresión
de la libertad y dicha que en aquel lugar disfrutaban. Pregunté a
uno de ellos por qué eran mucho más bellos que los habitantes de la
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