Página 72 - Primeros Escritos (1962)

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A la pequeña Grey
Queridos Hermanos: Voy a referir una visión que me dió el Señor
el 26 de enero de 1850. Vi que algunos de los hijos de Dios están
amodorrados, soñolientos o despiertos tan sólo a medias, sin advertir
en qué tiempo vivimos ni que ya entró el hombre de la “escobilla,
ni tampoco que algunos corren el peligro de ser barridos. Rogué a
Jesús que los salvara, y les dejase un poco más de tiempo para que
vieran el peligro y se prepararan antes de que fuese para siempre
demasiado tarde. El ángel dijo: “La destrucción viene como un
violento torbellino.” Le supliqué que se compadeciese y salvase
a quienes amaban al mundo y estaban apegados a sus bienes, sin
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voluntad para desprenderse de ellos ni para sacrificarse a fin de
mandar con apremio mensajeros que apacentaran a las hambrientas
ovejas que perecían por falta de alimento espiritual.
Me fué tan penoso el espectáculo de las pobres almas moribundas
por falta de la verdad presente y el de algunos que, a pesar de profesar
creerla, las dejaban morir porque no proveían los medios necesarios
para proseguir la obra de Dios, que le rogué al ángel que lo apartara
de mi vista. Vi que cuando la causa de Dios exigía de algunos
el sacrificio de sus haciendas, se alejaban entristecidos como el
joven que se llegó a Jesús (
Mateo 19:16-22
), pero que muy luego
el inminente azote se descargaría sobre ellos y les arrebataría todas
sus posesiones, y entonces sería demasiado tarde para sacrificar los
bienes terrenales y allegar un tesoro en el cielo.
Vi después al glorioso Redentor, incomparablemente bello y
amable, que, dejando su reino de gloria, vino a este obscuro y de-
solado mundo para dar su preciosa vida y morir, el justo por los
injustos. Mientras estuvo cargado con la pesadumbre de los pecados
del mundo, soportó las befas, los escarnios y la trenzada corona de
espinas, y sudó gotas de sangre en el huerto. El ángel me preguntó:
“¿Por quién esto?” ¡Oh! yo veía y comprendía que era por nosotros;
Véase el sueño de Guillermo Miller, en la página 82.
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