Página 73 - Primeros Escritos (1962)

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A la pequeña Grey
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que por nuestros pecados sufrió todo aquello, a fin de que con su
preciosa sangre pudiese redimirnos para Dios.
Después vi de nuevo a quienes no querían vender sus bienes
terrenales para salvar a las perecientes almas, enviándoles la verdad
mientras Jesús permanecía ante el Padre ofreciendo por ellas su
sangre, sus sufrimientos y su muerte, y mientras los mensajeros de
Dios aguardaban, dispuestos a llevarles la verdad salvadora a fin
de que recibiesen el sello del Dios vivo. Es muy deplorable que a
algunos de los que profesan la verdad presente, les duela hacer un
sacrificio tan leve como el de entregar a los mensajeros el propio
dinero de Dios, que él les prestó para que lo administrasen.
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Otra vez se me apareció en sus sufrimientos el paciente Jesús,
cuyo profundo amor lo movió a dar la vida por los hombres. También
vi la conducta de quienes, diciéndose ser discípulos de él, prefieren
guardar los bienes terrenos en vez de auxiliar la causa de la salvación.
El ángel preguntó: “¿Pueden éstos entrar en el cielo?” Otro ángel
respondió: “¡No! ¡nunca, nunca, nunca! Quienes no hayan mostrado
interés por la causa de Dios en la tierra, no podrán jamás cantar
en el cielo el himno del amor redentor.” Vi que la obra que Dios
estaba haciendo rápidamente en la tierra iba pronto a ser abreviada
en justicia, y que los mensajeros deben correr velozmente en busca
de las ovejas descarriadas. Un ángel dijo: “¿Son todos mensajeros?”
Otro contestó: “¡No, no; los mensajeros de Dios tienen un mensaje!”
Vi que la causa de Dios ha sido estorbada y deshonrada por
algunos que viajaban sin mensaje de Dios. Los tales tendrán que dar
cuenta de todo dinero gastado en viajar donde no tenían obligación
de ir, porque ese dinero podría haber ayudado a hacer progresar la
causa de Dios; y por la falta de alimento espiritual que podrían haber-
les dado los mensajeros escogidos y llamados por Dios, hubo almas
que murieron de inanición. Vi que aquellos que tenían fuerza para
trabajar con sus manos a fin de ayudar a la causa eran tan responsa-
bles por su fuerza como otros lo eran por sus propiedades.[
Véase el
Apéndice.
]
El potente zarandeo ha comenzado y proseguirá de suerte que
aventará a cuantos no estén dispuestos a declararse por la verdad con
valentía y tenacidad ni a sacrificarse por Dios y su causa. El ángel
dijo: “¿Acaso os figuráis que alguien será obligado a sacrificarse?
No, no. Debe ser una ofrenda voluntaria. Se ha de vender todo para