Página 75 - Primeros Escritos (1962)

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Las postreras plagas y el juicio
En el congreso general de los creyentes en la verdad presente
que se celebró en Sutton, Vermont, en septiembre de 1850, me fué
mostrado que las siete últimas plagas serán derramadas después
que Jesús salga del santuario. Dijo el ángel: “La ira de Dios y del
Cordero es lo que causa la destrucción o muerte de los impíos. Al
oír la voz de Dios, los santos serán poderosos y terribles como un
ejército con banderas, pero no ejecutarán entonces el juicio escrito.
La ejecución del juicio se producirá al fin de los mil años.”
Después que los santos hayan sido transformados en inmortales
y arrebatados con Jesús, después que hayan recibido sus arpas, sus
mantos y sus coronas, y hayan entrado en la ciudad, se sentarán en
juicio con Jesús. Serán abiertos el libro de la vida y el de la muerte.
El libro de la vida lleva anotadas las buenas acciones de los santos;
y el de la muerte contiene las malas acciones de los impíos. Estos
libros son comparados con el de los estatutos, la Biblia, y de acuerdo
con ella son juzgados los hombres. Los santos, al unísono con Jesús,
pronuncian su juicio sobre los impíos muertos. “He aquí—dijo el
ángel—que los santos, unidos con Jesús, están sentados en juicio
y juzgan a los impíos según las obras que hicieron en el cuerpo,
y frente a sus nombres se anota lo que habrán de recibir cuando
se ejecute el juicio.” Tal era, según vi, la obra de los santos con
Jesús durante los mil años que pasan en la santa ciudad antes que
ésta descienda a la tierra. Luego, al fin de los mil años, Jesús, con
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los ángeles y todos los santos, deja la santa ciudad, y mientras él
baja a la tierra con ellos, los impíos muertos resucitan, y entonces,
habiendo resucitado, los mismos que “le traspasaron” lo verán de
lejos en toda su gloria, acompañado de los ángeles y de los santos, y
se lamentarán a causa de él. Verán las señales de los clavos en sus
manos y en sus pies, y donde atravesaron su costado con la lanza.
Es al fin de los mil años cuando Jesús se para sobre el Monte de las
Olivas, y éste se parte y llega a ser una gran llanura. Los que huyen
en ese momento son los impíos, que acaban de resucitar. Entonces
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