Página 106 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
El sitio donde se detuvieron primero fue Siquem. A la sombra de
las encinas de Moré, en un ancho y herboso valle, con olivos y ricas
fuentes, entre los montes de Ebal y Gerizim, Abraham estableció
su campamento. El patriarca había entrado en un país hermoso y
bueno, “tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que
brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras
y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel”.
Deuteronomio 8:7,
8
. Pero, para el adorador de Jehová, una espesa sombra descansaba
sobre las arboladas colinas y el fructífero valle. “El cananeo estaba
entonces en la tierra”.
Abraham había alcanzado el blanco de sus esperanzas, pero
había encontrado el país ocupado por una raza extraña y dominada
por la idolatría. En los bosques había altares consagrados a los
dioses falsos, y se ofrecían sacrificios humanos en las alturas vecinas.
Aunque Abraham se aferraba a la divina promesa, estableció allí
su campamento con penosos presentimientos. Entonces “apareció
Jehová a Abram, y le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra””.
Génesis 12:7
. Su fe se fortaleció con esta seguridad de que la divina
presencia estaba con él, y de que no estaba abandonado a merced
de los impíos. “Y edificó allí un altar a Jehová, quien se le había
aparecido”.
Vers. 7
. Continuando aún como peregrino, pronto se
marchó a un lugar cerca de Retel, y de nuevo erigió un altar e invocó
el nombre del Señor.
Abraham, el “amigo de Dios” (
Santiago 2:23
), nos dio un digno
ejemplo. Desarrolló una vida de oración. Donde quiera que esta-
blecía su campamento, muy cerca de él también levantaba su altar,
y llamaba a todos los que le acompañaban al sacrificio matutino y
vespertino. Cuando retiraba su tienda, el altar permanecía allí. En
los años subsiguientes, hubo entre los errantes cananeos algunos
que habían sido instruidos por Abraham; y siempre que uno de ellos
llegaba al altar, sabía quién había estado allí antes que él; y después
de levantar su tienda, reparaba el altar y allí adoraba al Dios viviente.
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Abraham continuó su viaje hacia el sur; y otra vez fue probada
su fe. El cielo retuvo la lluvia, los arroyos cesaron de correr por
los valles, y se marchitó la hierba de las llanuras. Los ganados no
encontraban pastos, y el hambre amenazaba a todo el campamento.
¿No pondría ahora el patriarca en tela de juicio la dirección de la
Providencia? ¿No miraría hacia atrás anhelando la abundancia de