Página 107 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El llamamiento de Abraham
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las llanuras caldeas? Todos observaban ansiosamente para ver qué
haría Abraham, a medida que una dificultad sucedía a la otra. Al
ver su confianza inquebrantable, comprendían que había esperanza;
sabían que Dios era su amigo y seguía guiándole.
Abraham no podía explicar la dirección de la Providencia; sus
esperanzas no se habían cumplido; pero mantuvo su confianza en
la promesa: “Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engran-
deceré tu nombre y serás bendición”.
Génesis 12:2
. Con oraciones
fervientes consideró la manera de preservar la vida de su pueblo y
de su ganado, pero no permitió que las circunstancias perturbaran
su fe en la palabra de Dios. Para escapar del hambre fue a Egipto.
No, abandonó a Canaán, ni tampoco en su extrema necesidad se
volvió a la tierra de Caldea de la cual había venido, donde no había
escasez de pan; sino que buscó refugio temporal tan cerca como
fuera posible de la tierra prometida, con la intención de regresar
pronto al sitio donde Dios lo había puesto.
En su providencia, el Señor proporcionó esta prueba a Abraham
para enseñarle lecciones de sumisión, paciencia y fe, lecciones que
habían de conservarse por escrito para beneficio de todos los que
posteriormente iban a ser llamados a soportar aflicciones. Dios dirige
a sus hijos por senderos que ellos desconocen; pero no olvida ni
desecha a los que depositan su confianza en él. Permitió que Job
fuera atribulado pero no lo abandonó. Consintió en que el amado
Juan fuera desterrado a la solitaria isla de Patmos, pero el Hijo de
Dios lo visitó allí, y pudo ver escenas de gloria inmortal.
Dios permite que las pruebas asedien a los suyos, para que me-
diante su constancia y obediencia puedan enriquecerse espiritual-
mente, y para que su ejemplo sea una fuente de poder para otros.
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de mal”.
Jeremías 29:11
. Los
mismos sufrimientos que prueban más severamente nuestra fe, y que
nos hacen pensar que Dios nos ha olvidado, sirven para llevarnos
más cerca de Cristo, para que echemos todas nuestras cargas a sus
pies, y para que sintamos la paz que nos ha de dar en cambio.
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Dios probó siempre a su pueblo en el crisol de la aflicción. Es en
el fuego del crisol donde la escoria se separa del oro puro del carácter
cristiano. Jesús vigila la prueba; él sabe qué se necesita para purificar
el precioso metal, a fin de que refleje la luz de su amor. Es mediante